_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Maragall

Superados los tiempos en que el vuelo de una mariposa en la Plaça de Sant Jaume de Barcelona daba lugar a una tormenta mediático-política en València, y reconducida CiU de la intervención (por acción y omisión a la vez) en los asuntos culturales de los valencianos a la colaboración respetuosa, toca el turno ahora a esos altres catalans que hasta hoy no sabíamos si habían aprendido la lección de las amarguras sufridas por una buena parte de las esperanzas nacionales y valencianistas de no pocos valencianos a manos de sus mariposas, sustituir a los que se han replegado hacia la prudencia.

Durante muchos años las buenas intenciones del nacionalismo catalán para intervenir en el redreçament de este pueblo hermano sirvieron más para alimentar al monstruo autoritario, españolista y a la postre no democrático, ávido de alguna causa atrayente que ocultase sus compromisos pasados con la Dictadura y su práctica uniformizadora, que para dar fuerza y entidad a partidos homónimos aquí con los que converger en lo que parecía una apuesta por la patria común.

Algunos críticos, no obstante, (y nunca me gustó que otros se apropiasen de lo que en principio fue y en buena parte una reflexión de pocos, entre los que me cuento) dijimos muy tempranamente que la ayuda procedente de la política nacionalista catalana era inoportuna y favorecía la desmoralización, contradecía sus intenciones nominales y, a la postre, parecía dirigida a mantener al nacionalismo de aquí en la postración y la impopularidad; y que ello servía a la estrategia de evitar competidores en el Estado capaces de ejercer en Madrid el chantaje (en el sentido técnico que debe darse a hacer valer unos escaños cuando le faltaban al PSOE o al PP para gobernar sin sobresaltos España), al parecer, de propiedad intransferible de los convergentes.

Después, las cosas cambiaron, y en el primer periodo del Gobierno de Aznar en Madrid, y en el segundo del de Zaplana en Valencia, CiU ayudó generosamente a arreglar el asunto del valenciano (la creación de la AVL), y ahí están las hemerotecas y la memoria reciente para corroborar que su intervención ya no tenía nada que ver con apoyar el radicalismo catalanista de aquí de otros tiempos con los efectos de derrota y postración política para el valencianismo progresista.

Que ahora haya tomado el testigo de aquella política nefasta el candidato del PSC, y que le acompañe lo que queda del izquierdismo remanente, es decir IC-EU, no es más que la demostración palpable de que en Catalunya, excepto los amigos de verdad, que yo creo que son muchos, la tentación política de tenernos como moneda de cambio, como lugar donde destilar o bien la mala conciencia o bien el discurso cínico, siempre tienen clientes. Con tal de arañar unos pocos votos en unas comarcas limítrofes al Ebre, Maragall proclama solemnemente que por él ni una gota de agua para los valencianos, porque la malgastamos.

Eso, don Pascual, si se piensa no se dice, porque aunque le importen un bledo los agricultores de aquí y los valencianos en general, por lo menos debió pensar que hablando así estaba hundiendo un poco más a su correligionario Pla y dando argumentos impolutos no al anticatalanismo de siempre sino a un buen número de valencianos que no le perdonaremos que el precio de un puñado de votos sea despreciar la esperanza que para el conjunto del pueblo valenciano es recibir parte del caudal sobrante del Ebre.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_