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Columna
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Eurocorona

Tal vez cada comunidad autónoma tenga derecho a constituir una eurorregión, un espacio más amplio que el que su estatuto le confiere, y en la búsqueda de ese nuevo mapa no hay nada más lógico que barrer para casa. De ahí que, por ejemplo, la eurorregión que propugna Pasqual Maragall tenga su centro en Cataluña y no en el Languedoc, pues Maragall es catalán y trabaja, principalmente, para su tierra, lo que le honra, e incluso para un agua que con gran desenvoltura considera propia.

Así las cosas, la Comunidad Valenciana también debería ir pensando su eurorregión, ya que no su euro-nacionalidad, si queremos ser respetuosos con el léxico constitucional. Pues bien, la eurorregión de la que hablo tendría su centro en la ciudad de Valencia, naturalmente, y podrían pertenecer a ella las comunidades de Cataluña, Murcia, Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Aragón y la provincia de Almería. Y por ser eurorregión y para no quedarnos en una hispano-región, que suena antiquísimo y casi a Diocleciano, también pertenecería a ella el departamento francés del Rosellón.

Ahora bien, sucede que no hay dos sin tres, y parece ser que los aragoneses ya están diseñando su eurodimensión, tienen derecho a ello y es muy probable que sea más ortodoxa que las de Maragall y la valenciana, puesto que, de todos los territorios de la antigua Corona de Aragón, la ciudad de Zaragoza -que ya tiene el AVE- está en el justo centro de un sexteto de metrópolis muy activas y prestigiosas, a saber: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Burdeos y Toulouse. Con esos vértices se puede articular una eurorregión muy solvente, más ambiciosa que el Arco Mediterráneo, y hasta con proyección a la meseta norte y a Portugal a través del cercano valle del Duero.

La venerable tierra de Aragón está de moda y Zaragoza también sueña con ser la gran capital de la España rica, la del oriente, la más cercana a Bruselas, siguiendo a su modo la biografía de Goya, que no en vano el grandísimo pintor era aragonés y murió -tristemente exiliado, eso sí- en Burdeos, junto al Garona, un río que, por cierto, nace en Cataluña.

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