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Reportaje:

Una coleccionista malagueña abre un museo de casas de muñecas

Paraísos de imaginación y porcelana

En la calle Álamos, 32, en un edificio del centro histórico de Málaga totalmente rehabilitado, la coleccionista malagueña Voria Harras (Málaga, 1949) ha abierto un museo de casas de muñecas. El inmueble tiene tres plantas y un bonito patio lleno de ventanas y tragaluces.

En el primer piso empieza el recorrido expositivo. Comienza un mundo lleno de fantasía en el que se puede viajar a la niñez y quedarse en paraísos seguros y cálidos de madera, cristal y porcelana.

La casita del balcón, de 1905, tiene vidrieras de colores, lámparas que se encienden y paredes pintadas. Del toallero del baño, en el que aún no existía el agua corriente, cuelga una toalla de hilo y en el cuarto de matrimonio duerme en su cuna un bebé. Las cortinas son de encaje y los cojines de tela. Las tazas son del tamaño de una uña y en la cocina podemos encontrar hasta una escoba y un recogedor. Ésta es una de las 55 casas que forman este museo que ve la luz después de cinco años de duro trabajo.

"No me podía creer que llegara el día de la inauguración porque llevo mucho tiempo con el proyecto en marcha. He tenido que comprar el edificio, hacer obras y acomodarlo a las necesidades de una sala de muestras", cuenta Voria Harras. "Para mí era muy importante que todo el que quisiera pudiera ver esta maravilla. Por eso comencé a participar en exposiciones en Madrid y Barcelona. Pero las piezas sufrían mucho con los traslados y decidí buscar un lugar fijo. Entonces me metí en este embrollo", asegura satisfecha la propietaria y directora del museo.

Voria Harras es amante de las casas de muñecas desde hace muchos años. La primera que tuvo era de su abuela. "La restauré y me entusiasmó el tema. Entonces seguí comprando estas miniaturas en anticuarios y las he coleccionado desde entonces", afirma Voria.

La pieza más antigua del museo es una casa mallorquina de 1850. Es de madera y las tejas están hechas con cartón. Sólo tiene una mesa y una especie de afilador. La casa más moderna es de 1970 y procede de Alemania. Ya aparecen familias completas y los muñecos pasan de la porcelana al fieltro o la madera.

Dentro de esta colección, Voria posee dos casas malagueñas, una cordobesa de influencia árabe y una jiennense. "No son solamente juguetes. Las casas retratan la forma de vida de esos años, las costumbres, el nivel económico, la arquitectura propia del lugar. Es una forma privilegiada de recorrer la historia", dice la directora del museo.

La mayoría de las piezas proceden del siglo XIX y han tenido que ser restauradas, labor que realiza ella misma. "Trabajando en ellas he descubierto cosas sorprendentes, como una casa que estaba montada con madera de Cuba, de importación, teléfonos de manivela, radios de galeno, fogones de cobre... Para mí, estas miniaturas tienen un valor incalculable", añade Voria.

La pieza más alta mide un metro y cuarenta centímetros. Las más pequeñas forman un conjunto de 22 casas, un pueblo que además posee un parque, columpios y una iglesia. Las hizo un artesano que tuvo que abandonar su hogar y Voria las recuperó de un contenedor de basura. Otra de sus propiedades más valiosas es una Casa Tudor de principios de siglo XX.

El museo tendrá horario comercial y abrirá también los sábados por la mañana. Además, han abierto una página web en la que se puede realizar una visita virtual. "Está enfocada a todas las personas enfermas o que tengan imposibilidad de venir en persona al museo. El objetivo es que llegue a todo el mundo", afirma Voria Harras.

Esta coleccionista malagueña pretende seguir adquiriendo nuevas piezas aunque afirma que cada vez le resulta más complicado. Desde hace diez años, esta afición se está popularizando y los propietarios se desprenden cada vez menos de sus antigüedades.

No obstante, los que deseen sumergirse en la tierna infancia de padres y abuelos, en épocas en las que no existía el plástico y los juguetes eran obras de arte, tienen desde ahora su museo en el centro de Málaga.

Voria procede de una familia artística: su hermana Machú es una notable escultora; su hermana Esperanza montó en los setenta la primera galería privada de arte contemporáneo que hubo en la ciudad y ella misma ha ganado premios de pintura y modelado.

Obsesiones particulares

Carmen Contreras Pinto (Sevilla, 1929) y su hijo Antonio abrieron hace dos años en la sevillana calle Castellar un museo para exponer de forma permanente las muñecas y juguetes antiguos que coleccionó a lo largo de su vida.

Contreras, ex propietaria del Rastrillo de Carmen, dedicó gran parte de su vida a compar muebles, muñecas, tebeos y cualquier cosa relacionada con los niños. Empezó su colección hace 25 años, aunque su intención inicial no fue exponerlos y menos a abrir un museo.

Su familia tiene más de 200 muñecas y muñecos guardados, libros de texto, tebeos, coches, trenes, cocinitas, cromos, recortables y juegos españoles y extranjeros.

El museo contiene piezas desde mediados del siglo XIX a mediados de éste. Un pequeño cartel anuncia unos cromos ingleses de principios del XX. Elefantes, músicos vestidos con trajes de vivos colores o damas antiguas aparecen en bellas estampas.

También se exhibe un ejemplar del Catón de las niñas, de 1900, un "método de lectura conforme a la inteligencia del niño", según reza la primera página. Además, cuenta con una linterna mágica y unas diapositivas de cristal de 1850.

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