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Reportaje:

Unas bodas de oro con el cine

El cineclub Fas marcó la vida de Daniel Soloaga, uno de sus primeros socios, que le ha sido fiel los 50 años de la entidad

En 1953, se creaba en Bilbao el cineclub Fas, concretamente en la parroquia de San Vicente, impulsado por un sacerdote, Julián Icaza. Daniel Soloaga tenía entonces 20 años y una carrera de ingeniería por delante. Nacido en Vitoria, pero afincado en Bilbao, estudiaba el ingreso en la facultad y "era muy duro", recuerda. Su edad no le permitía ser socio del cineclub, ya que entonces se necesitaba haber alcanzado los 21 para hacerlo. Sin embargo, Soloaga pidió permiso a Icaza y pudo ingresar en el Fas, a buen seguro el más joven de entonces. "Iba al cine como todos, a ver las películas, pero me empezó a apasionar porque había algunos filmes con los que se me saltaban las lágrimas", recuerda ahora.

"Todo el que se ha interesado por el cine en Bilbao ha pasado por el Fas"

Lo que hoy es el Kafe Antzokia eran entonces dependencias parroquiales y allí se instaló la sala de proyección del club. La experiencia de Soloaga como socio le cambió la vida, al menos una temporada. Durante cuatro años estudió en Ingenieros en Bilbao, compaginándolo con las sesiones de cine que nunca se perdía. Allí conoció a muchos otros aficionados. "Fue una experiencia tan emocionante que me acabé marchando a Madrid a estudiar cine". Lo hizo junto a Leopoldo Zugaza, otro espíritu cinematográfico que se había hecho socio del Fas al tiempo que él. "Yo quería ser director de cine", apunta. Circunstancias familiares hicieron que Zugaza no cursase al final los estudios de cine, pero sí su compañero de viaje. En la escuela tuvo como profesores a Bardem, Berlanga y Saura, entre otros. "Compañeros de estudios fueron Camus, Borau, Angelino Fons, Francisco Regueiro y hasta el escritor Daniel Sueiro hizo el examen de ingreso".

Unos tiempos intensos para Soloaga, quien no consiguió su propósito, ser director de cine. Le suspendieron. Pero esos estudios y su marcha a Madrid hicieron posible que conociese a su esposa. "Como práctica, dirigíamos a algún grupo de teatro, y mi mujer era una de las actrices de un grupo que dirigí".

De regreso a Bilbao, ya casado, Soloaga retomó su carrera de ingeniero y su asistencia al Fas, aunque asegura que los tiempos más interesantes de la entidad fueron "los primeros". "Todas las personas a las que les ha interesado el cine en Bilbao han pasado por el Fas", indica. Él ha llevado siempre dentro la pena de no ser cineasta, por lo que, cuando se le pregunta por su profesión, responde que es "ingeniero rebotado".

"Es un socio muy activo", afirma Juanjo Ortiz, actual presidente del cineclub. Ha participado en coloquios y asistido a todas las proyecciones, la última, Casablanca, el pasado martes, para conmemorar los 50 años del Fas. A Soloaga le ha gustado ir al cine con sus cinco hijos, pero ninguno de ellos es socio. Ya mayores, alguna vez le han reprochado: "¡Cómo nos llevaste a ver esas cosas!"

Los últimos 20 años de la vida profesional de Soloaga volvieron a estar más cerca de los comienzos. De nuevo, Leopoldo Zugaza, quien le había llevado a Madrid persiguiendo el sueño del cine, le llamó para trabajar en el departamento cultural de la BBK.

Ya jubilado, Soloaga conserva en una una carpeta viejos programas y algunos carnés de socio. "Ahora es el mejor momento del cineclub. Tiene su futuro asegurado, hay mucho público joven", resume.

"Es el único cineclub de España en la práctica que queda vivo, rescatan películas que de otra manera no se podrían ver en Bilbao. El público, que llena la sala cada martes, prueba que aún hoy la fórmula tiene sentido. Les deseo otros 50 años", brinda José Julián Bakedano, subdirector del Museo de Bellas Artes.

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