Hacia la modernidad a través del siglo XIX
Hubo varias intervenciones memorables en el debate sobre la situación económica celebrado la noche del martes en La 2 de Televisión Española. Cuando Miguel Sebastián, coordinador del programa económico del PSOE, afirmaba escandalizado que según la memoria del impuesto de la renta sólo 150.000 españoles cobran más de 10 millones de las antiguas pesetas, Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos (think tank de la patronal) y muy cercano al PP, arregló sin dudar un segundo el desperfecto y contestó tajante: esto se soluciona bajando el tipo marginal del impuesto. El segundo momento estelar fue cuando Juan Rosell, presidente de la patronal catalana, dijo que en España no había sensibilidad de fraude fiscal, y que fraude fiscal había con Franco, hace 30 años. Tampoco se le movió ni una ceja.
En el debate titulado ¿La economía española seguirá gozando de buena salud? ocurrieron dos imprevistos; primero, que su desarrollo fue interesante y bastante objetivo. Sobraron algunas fanfarrias sobre la coyuntura española en la presentación inicial, y del conductor, Alfredo Urdaci, puede decirse lo mejor: que pareció no estar, que dejó hablar. Acostumbrados a la manipulación habitual, fue una buena sorpresa.
La segunda novedad es más significativa: en el terreno en el que la derecha gobernante es más fuerte -el de la economía- la credibilidad y el rigor estuvieron del lado de la oposición. Ha nacido una estrella mediática. Miguel Sebastián intervino sereno, seguro, muy bien informado, con dominio de los tiempos y de los temas, y su discurso, fundamentado en la necesidad de un crecimiento basado en la productividad y no en la especulación inmobiliaria, causó estragos en el contrario. Sebastián puso de manifiesto la fragilidad del modelo de crecimiento español y tuvo la habilidad de no hablar de lo que le hubiera causado fisuras en sus propias filas: por ejemplo, cómo financiar la creciente brecha social con Europa, más allá del combate contra el fraude fiscal, que ha devenido en un tópico hasta ahora incumplible.
Hubo otra sorpresa: el discurso de José María Fidalgo, secretario general de CC OO. Era difícil esperar de él, a priori, una defensa tan cerrada de la estabilidad presupuestaria, aunque "no es lo mismo el déficit cero ingresando 3 y gastando 3 que ingresando 4 y gastando 4". Corolario: el Gobierno ha sido muy frívolo en una bajada de impuestos, por otro lado muy regresiva. Sebastián y Fidalgo tuvieron un aliado insospechado, el catedrático francés Jean Matoux, que con su sonrisa permanente dijo las verdades del barquero: que la coyuntura española era buena, pero que se llenaba de nubarrones cuando se analizaba el futuro. Para asegurar el mismo se necesita más que nunca de los ingresos del Estado (impuestos) y de los ingresos comunitarios; si los segundos van a disminuir con la ampliación europea, no caben frivolidades impositivas.
En el otro lado del espectro ideológico destacó Iranzo. Sus intervenciones tuvieron la virtud de la coherencia. Sabe lo que quiere y lo dice sin tapujos: es transparente. Es difícil encontrar un representante de la derecha política o económica que tenga tan pocos complejos como Iranzo. Su cara expresaba la ansiedad de quien quiere colocar todo su discurso y ocupar el corazón de la polémica. ¿Y cuál es ese discurso?: supresión de los impuestos de sucesiones y patrimonio, rebaja del resto de impuestos (cuando Fidalgo describía los efectos regresivos de la reforma del IRPF se oyó decir a Iranzo: "Afortunadamente"), flexibilidad del mercado laboral y de bienes y servicios, reforma a la baja de los sistemas de pensiones y de sanidad. Un camino que nos llevaría a la modernidad a través de la vuelta... al siglo XIX. Tanta contundencia estrechó el campo de Rosell y del presidente de Bayer en España, Francisco Belel, que permanecieron en un terreno secundario.
[El debate de La 2 fue seguido el pasado martes por 764.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 5,5%].
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