El plan del 'lehendakari'
Discrepo radicalmente de la tesis mantenida por Manuel Escudero en su artículo (El único diálogo posible) publicado ayer. Mantener la necesidad de la "apertura de un debate sobre el encaje institucional del País Vasco", aunque diferido a un futuro impreciso, equivale a validar la idea-fuerza que subyace al plan Ibarretxe: que el Estado-nación es la culminación natural e ineludible de la identidad nacional del pueblo vasco.
Resulta sorprendente que los "argumentarios" de los constitucionalistas pasen del trazo grueso de algunos tertulianos de Radio Nacional (verdaderos insultos a la inteligencia) hasta postulados que, en última instancia, legitiman el ideario victimista del nacionalismo.
Si el constitucionalismo quiere dejar de ser un "tren parado" (expresión utilizada por Escudero) debe elaborarse un discurso sólido -aunque no necesariamente único- que ponga de manifiesto lo que los nacionalistas no expresan, por ejemplo:
a) Que los estados-nación europeos se están diluyendo en la UE y que la idea de "subsidiariedad" acabará permeando todos los niveles administrativos (incluso el autonómico en beneficio de los ayuntamientos y entes locales diversos). Bien es cierto que esta constatación no cuadra del todo con el ideario del Gobierno de Aznar.
b) Que la constitución de un espacio cultural plurinacional del euskara se vuelve cada vez más difícil a medida que son más agresivas las reivindicaciones nacionalistas ("a mayor soberanismo, menor territorialidad").
c) Y, sobre todo, que las eventuales consecuencias económicas de la independencia vasca, sobre las que ha advertido Mikel Buesa, serían insignificantes (pues en última instancia Euskadi podría convertirse en la Gibraltar del Cantábrico) en comparación con la hipoteca irredentista que dejaría tanto a España como a Francia durante varias generaciones.
Si la actual Euskadi accediese a la independencia, la espiral reivindicatoria nacionalista no se detendría, sino que se acentuaría, tanto la del nacionalismo moderado como la del radical y la de ETA, hasta conseguir la anexión/reintegración de Treviño, de Navarra y del País Vasco francés. El espantajo del "enemigo exterior" seguiría siendo agitado por las autoridades del nuevo país para soslayar cualquier dificultad económica o de cualquier otra índole provocada por la deriva independentista. En definitiva, decisiones tomadas en el "ámbito vasco de decisión" tendrían consecuencias no sólo en España, sino también en Francia.
Para ahorrar a nuestros hijos un panorama semejante, debemos exigir a los responsables políticos (del Gobierno y de la oposición) firmeza e inteligencia para contrarrestar el mensaje nacionalista del "todo es posible si el pueblo lo quiere". Todo, bien cierto, incluso lo peor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.