Bert Nakano, creador de la Coalición para el Desagravio
Bert Nakano, un nativo de Hawai cuyos días de internamiento en los campos de recolocación de la II Guerra Mundial inspiraron su papel en la campaña para conseguir indemnizaciones y reparaciones para miles de estadounidenses japoneses, ha fallecido en Torrance a los 75 años. Nakano fue miembro fundador y portavoz principal de la Coalición Nacional para el Desagravio e Indemnizaciones, organización líder en el movimiento que consiguió una cierta justicia para más de 60.000 supervivientes de los campos de la II Guerra Mundial en 1998, cuando el Gobierno federal pidió oficialmente disculpas por los internamientos y ofreció unos pagos compensatorios por un total de 1.500 millones de euros. Agente de viajes y trabajador jubilado de una compañía aérea, Nakano era un portavoz reacio para la causa que empezó a alzar la voz cuando se dio cuenta de que tenían que oírse las voces de los estadounidenses japoneses corrientes que habían sufrido en los campos.
Nakano tenía 14 años y vivía en Hawai con su familia cuando los aviones japoneses atacaron Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Poco después del devastador ataque, el padre de Nakano fue detenido, igual que otros cientos de japoneses y estadounidenses japoneses. La detención fue tan repentina que al principio la familia no sabía dónde estaba su padre. Nakano y su familia acabaron reuniéndose con su padre en Jerome, Arkansas, donde estaba situado uno de los 10 campos del oeste construidos a toda prisa para internar a las 120.000 personas descendientes de japoneses que estaban englobadas en la Orden Ejecutiva 9066, firmada por el presidente Roosevelt el 19 de febrero de 1942. Finalmente, los Nakano acabaron en un centro especial de segregación en Tule Lake, al norte de California, donde esperaban repatriación los que se negaban a repudiar a Japón. El padre inmigrante de Nakano se encontraba entre los prisioneros que se negaban a abjurar de su lealtad a Japón, ya que, como se le había prohibido por ley convertirse en ciudadano estadounidense nacionalizado, no podía imaginarse renunciar a Japón y quedar apátrida.
Cuando acabó la guerra, su hermano renunció a su nacionalidad y se fue a Japón. El resto de la familia volvió a Hawai, donde su padre encontró un trabajo de carpintero e intentó reconstruir sus vidas. Sin embargo, la madre de Nakano falleció el año siguiente a su liberación. Nakano achacó su muerte a las primitivas condiciones de los campos, donde la lluvia embarraba el suelo y el aire invernal se abría paso por las paredes de sus barracones. Su padre se sentía tan desgraciado que dejó su trabajo y volvió a Japón, donde murió alcoholizado.
Después de salir de los campos, la mayoría de los japoneses querían "introducirse en la sociedad estadounidense e intentar desaparecer", según dijo Nakano a The Times hace unos años. Algunos se sentían avergonzados, a pesar de no haber cometido ningún delito. Pero Nakano "siempre sintió mucha ira y amargura", dijo su hijo. "Siempre buscó una respuesta que explicara por qué había ocurrido todo aquello, buscando algún sentido para la vida y cómo debería sentirse consigo mismo". Su búsqueda le llevó un año a Japón para estudiar budismo zen, pero el choque cultural fue tan fuerte que volvió a Estados Unidos. Para entonces ya estaba casado y tenía una familia que mantener. Estuvo 20 años trabajando para la compañía Pan Am, hasta que ésta cerró.
En la década de los setenta, Nakano fue metiéndose gradualmente en el debate con otros activistas sobre las injusticias de los años de la guerra, y en 1980 contribuyó a fundar la Coalición Nacional para el Desagravio e Indemnizaciones. Cuando el presidente Reagan firmó la ley y ofreció una disculpa oficial y 20.000 euros para cada uno de los 65.000 prisioneros supervivientes, fue un "gran momento" para Nakano.-
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