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Reportaje:

Lucha contrarreloj para salvar a Nabil

Amnistía Internacional asegura que el español condenado a muerte en Yemen fue torturado para arrancarle la confesión

José María Irujo

La historia de Nabil Nanakli Kosaibati, de 45 años, un sirio-español casado con una toledana y padre de tres hijos, parece ficción, pero es real. El pasado 19 de septiembre, el reloj de la vieja prisión civil de Al Mansura en Adén, ciudad portuaria de 530.000 habitantes situada al sur de la República de Yemen, inició la cuenta atrás para el fusilamiento, al amanecer del día 20, de este hombre moreno, de cara afilada y barba recortada. Nanakli, natural de Damasco, había sido condenado a muerte por el delito más grave que se puede cometer en ese país, conspirar con un Estado extranjero, Arabia Saudí, para tareas de espionaje y supuestas acciones terroristas que incluían el asesinato del presidente yemení, Alí Abdullaj Saleh.

Nabil Nanakli iba a ser fusilado, pero la llamada del rey Juan Carlos paralizó la ejecución
El Gobierno despliega toda su diplomacia para conseguir que se conmute la pena

El pasado 11 de septiembre, Abdullaj Saleh ratificó la condena a muerte del ciudadano español, una sentencia que en octubre de 1998 retuvo en la prisión de Adén a 27 personas acusadas de planear sabotajes y asesinatos, y que el pasado mes de marzo confirmó el Tribunal Supremo yemení. Según Amnistía Internacional, todos los condenados fueron torturados "para obligarles a confesar" y el tribunal admitió sus declaraciones como prueba.

A 24 horas de que el pelotón de fusilamiento formara en el patio de la prisión de Al Mansura, un edificio viejo, sucio y de celdas desvencijadas, Nanakli sólo sabía dos cosas: que le quedaba un día para que lo mataran y que Ramón Ansoain, el embajador español en Riad (Arabia Saudí), desplazado a Yemen, le había prometido el apoyo del Gobierno. Pero, al igual que su esposa, María Encarnación Fernández Martín, residente en Madrid, de 53 años, se preguntó una y otra vez si su doble nacionalidad le serviría de algo.

El 19 de septiembre, el presidente yemení recibió llamadas del rey Juan Carlos, del presidente del Gobierno, José María Aznar, y de Ana Palacio, ministra de Asuntos Exteriores. Tres charlas, con intérprete, de tres personalidades para impedir lo que a esas horas parecía inevitable, la muerte de Nabil Nanakli. "Fue una conversación amable y sin tirantez. El presidente de Yemen comunicó su decisión de aplazar sine die la ejecución. Se comprometió a examinar el caso con detenimiento", señala un portavoz de la Casa Real.

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Se había conseguido parar el reloj de la vieja prisión de Al Mansura, pero la condena a muerte del ciudadano sirio-español sigue vigente si el presidente yemení no la conmuta. El embajador Ansoain seguía el pasado viernes en Sanaa, capital de Yemen, de 1.300.000 habitantes, a la espera de que le reciba Alí Abdullah Saleh. "Le entregará por escrito los mensajes de las autoridades españolas en los que se ruega que la pena capital sea conmutada", señala Gabriel Busquet, director general del Ministerio de Asuntos Exteriores y responsable de la zona del Mediterráneo, Oriente Medio y África.

¿Cómo y por qué se encuentra Nabil Nanakli al borde de la muerte? El sirio-español fue detenido el 18 de agosto de 1997 cuando disparó a una turista italiana a la que intentaba robar el bolso en un hotel de Adén, antigua capital de Yemen hasta que en 1990 se produjo la unificación del norte y el sur del país. Un mes antes, había estallado una bomba en esa misma ciudad y la policía yemení vinculó a Nabil con el atentado y con acciones terroristas en preparación, que incluían un atentado contra el primer ministro, financiadas con dinero saudí. Le convirtieron en el cerebro de una conspiración terrorista para desestabilizar el país. La supuesta organización la formaban una estructura de células en la que sus miembros sólo conocían a tres miembros de la red. Operaba bajo la dirección de un grupo de la oposición denominado Frente Nacional de Oposición financiado con dinero saudí, siempre según la versión de las autoridades yemeníes.

Campaña de ayuda

Nabil había dejado Madrid pocos meses antes, según señalan personas que lo trataron en la mezquita madrileña que solía frecuentar. "Siempre estaba preocupado por ayudar a los demás", asegura una de ellas. Residía en España desde hacía más de 15 años y hacía trabajos de traductor para diversas empresas e instituciones oficiales.

El 15 y 16 de marzo de 1997, cuatro meses antes de ser detenido, Nabil telefoneó a Abu Dahdah desde Yemen. El aparato de este último estaba intervenido. Le pasó el auricular a su amigo Mustafá Abdulmoneh, Abu Bashir, y éste pidió a Barakat el libro Las líneas de amor hacia los enfrentamientos de los enamorados, de Iben al Nahas.

Cuando Nabil fue detenido y encarcelado, el grupo de Los Soldados de Alá en Madrid se movilizó en su ayuda. En octubre de 1998, cuando llevaba un año en la prisión de Adén, Muhamed Ghaleb Kalaje, Abu Thala, de 42 años, otro sirio que entonces vivía en Arabia Saudí y meses después se afincó en Madrid, llamó al teléfono pinchado de Abu Dahdah, el jefe de Los Soldados de Alá, para pedirle la dirección de Nabil, y le informó de que había sido condenado. Le comunicó que iban a iniciar una campaña en su apoyo con asociaciones humanitarias de Arabia Saudí.

Ghaleb se trasladó a Madrid, donde creó una promotora de viviendas que, según la policía, sirvió de tapadera para financiar actividades terroristas de Al Qaeda. Cuando en 2001 fue detenido junto a Abu Dahdah, en el registro de su empresa afloraron pagos a Nabil por 15.686 euros, dinero que llegó a este último antes de que fuera detenido, por lo que se deduce que financiaba sus actividades en Yemen. Según la investigación judicial, el constructor sirio le enviaba desde Arabia Saudí asignaciones mensuales.

María Ángeles Ruiz, la abogada de Ghaleb, asegura que este dinero no era de su cliente, sino de la participación que tenía una hermana pequeña en sus empresas. Esta mujer está casada con Mohamed Bahaiah, Abu Khaled, un hombre de Al Qaeda en Turquía, huido y desaparecido en Afganistán. El dinero que recibió el español condenado a muerte en Yemen se le remitió por indicación expresa de Bahaiah, según consta en una carta intervenida por la policía en las empresas madrileñas del promotor sirio. Éste ha sido también procesado por Garzón por su presunta vinculación con el 11-S y permanece en prisión. El juez ha solicitado a Yemen ayuda para investigar el rastro que allí dejó Nabil, pero no ha recibido respuesta. También pretende interrogarle.

Amnistía Internacional, cuyos representantes visitaron Yemen en 2002, denuncia la constante violación de derechos humanos en esa república y señala que tras el 11-S numerosas personas fueron incomunicadas en un país en el que en noviembre de 2002 seis presuntos miembros de Al Qaeda fueron ejecutados en una espectacular acción de la CIA permitida por el Ejecutivo yemení. Mientras el Gobierno español recibe una respuesta, Nabil Nanakli aguarda su suerte en la fría prisión de Adén. Una cárcel en la que el maltrato a los presos es frecuente, según reconocen fuentes diplomáticas.

Nabil Nanakli.
Nabil Nanakli.
Ali Abdullah Saleh, presidente de Yemen.
Ali Abdullah Saleh, presidente de Yemen.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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