Agitación vaticana

Las noticias sobre la salud del Papa y el nombramiento de 31 nuevos cardenales en un consistorio que se ha anticipado en unos cuatro meses sobre su calendario tradicional emiten algunos mensajes inequívocos. Todo sugiere que el Papa, con el nombramiento de los nuevos purpurados, está preparando su sucesión. En apoyo de esta interpretación se esgrime el delicado estado físico de Karol Wojtyla, especialmente visible en los últimos días. El Vaticano explica que obedece al deseo papal de que el consistorio coincida con la estancia en Roma de cardenales de todo el mundo para celebrar los 25 años de Wojtyla al frente de la Iglesia.

Las cifras parecen poner en cuestión una interpretación sucesoria lineal. En la actualidad hay 164 cardenales, de los que 56 tienen más de 80 años, por lo que no podrán votar en el futuro cónclave. Con las designaciones del domingo, el colegio cardenalicio llega a 135 purpurados con voto, quince más del número máximo establecido para los cónclaves. Es decir, si el Papa muriese ahora, las rígidas normas internas se encontrarían con ese problema. En los próximos meses, sin embargo, una veintena de cardenales cumplirán 80 años y dejarán su puesto a los ahora excedentes.

Es evidente, y así lo ha declarado él mismo reiteradamente, que Juan Pablo II no tiene intención de retirarse, pese a su deterioro físico. Nadie habla ya de esa posibilidad, que fue objeto de debate años atrás. Pero, de persistir el avance de la enfermedad del pontífice

, la Iglesia católica se enfrentará a un problema. En cualquier caso, parece probable que los nombramientos anunciados -entre los que figuran dos españoles, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, y el prelado de la curia y miembro del Opus Dei Julián Herranz-, sean los últimos del dilatado mandato del Papa polaco.

A pesar de la renovación de este largo papado, llama la atención la exagerada preeminencia de la curia romana y del episcopado italiano, con 40 electores, frente a la raquítica representación de las cada día más numerosas iglesias americanas. Europa sigue contando con la mitad del colegio cardenalicio, aunque sólo aporta una cuarta parte de los fieles. Con esas cifras se antoja difícil imaginar un próximo Papa no europeo.