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Entrevista:Roberto Heras | Vencedor de la carrera | VUELTA 2003 | Roberto Heras, cuarto español que se impone en dos ocasiones

"Sólo quiero ser un buen deportista"

Carlos Arribas

Roberto Heras lee los periódicos por la mañana. Sabe en qué cadena de hoteles ofrecen EL PAÍS, en cuál Abc y en cuál El Mundo. Lo lee casi todo. Ve su fotografía en algunas portadas, pero no se exalta. Cierra el papel y su cara no muestra ninguna emoción. "La popularidad es una consecuencia lógica del éxito. Nada más", dice. Guarda su maillot amarillo en la maleta, que se cierra con un clic sordo. Sus respuestas son cortas, vagas, a veces elusivas. Es callado. Es su carácter.

Pregunta. Después de su espectacular triunfo en la Vuelta de 2000, para gran parte de la afición debería haber asumido el papel de Pedro Delgado, debería haber sido el nuevo mesías del ciclismo español. Esa gente se sintió decepcionada cuando eligió convertirse en gregario del estadounidense Lance Armstrong, limitar sus ambiciones. ¿Se ha hecho alguna vez ese reproche?

"Nunca supe si Nozal iba bien o mal. O quizá sí; al pie de Navacerrada ya le vi muy hundidito"
"Reflexioné mucho antes de tomar la decisión de irme con Armstrong y no me arrepiento"
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Respuesta. Reflexioné mucho antes de tomar esa decisión y la asumí desde el principio. No me arrepiento en absoluto.

P. Pero el ciclismo español, que sufre ahora una crisis de patrocinadores, necesita figuras, gente que encandile, que arrastre...

R. Sí, en efecto; eso sería un buen empujón. Pero también hay más corredores buenos en España. Yo tengo la suerte de ser un escalador que brilla en un terreno más espectacular que el de los rodadores.

P. Da la impresión de que, por su carácter introvertido, huye de la popularidad, de esa responsabilidad...

R. Yo lo que quiero ser es un buen deportista que gane carreras importantes. A veces, va unido todo: las victorias, la popularidad...

P. En su conferencia de prensa tras la victoria en Abantos, dijo que hasta 2005 no intentaría ganar el Tour. ¿Lo dijo porque lo siente o, simplemente, para salir del paso?

R. Si digo 2005, es 2005. Tengo unos principios y no los voy a abandonar nunca. El año próximo, el último de contrato con el US Postal, aún me tocará ayudar a Armstrong a ganar su sexto.

P. ¿Le ha llamado el norteamericano para felicitarle?

R. No, aún no. Llamó a Johan [Bruyneel, el director del equipo] y se lo transmitió.

P. Usted dejó una ciudad pequeña, Béjar, en Salamanca, para irse a vivir a Barcelona, donde se casó y empezó una nueva vida. Muchos pensaron que era un cambio demasiado brusco, que la gente que va del campo a la ciudad se pierde... Pero ha llegado usted y ha ganado por segunda vez la Vuelta...

R. Pero aún gran parte del año bajo a Béjar a entrenarme. Lo otro depende de cada uno. Si uno sabe cuidarse y sabe cuál es lo importante en la vida de un ciclista, no tiene por qué haber problemas.

P. Y ahora se va a vivir a Girona, donde vive precisamente Armstrong de febrero a junio. ¿Lo hace para estar más cerca del jefe del equipo?

R. No; el que viva ahí Lance no tiene ninguna influencia. Lo hago porque es una ciudad pequeña que está cerca de Barcelona, porque está bien comunicada, porque hay carreteras buenas para entrenarse, porque hay cerca un colegio inglés para que estudie Cristina..., por muchas otras razones.

P. Y también viven allí más ciclistas, como Hincapié, Landis, Hamilton, Vandevelde, Leipheimer..., con los que podrá hacer grupeta para salir a prepararse...

R. Sí; aunque no estén en Girona gran parte del año, saldré a entrenarme con ellos cuando pueda.

P. ¿Con quién ha compartido habitación durante la Vuelta?

R. He estado solo casi todo el tiempo, menos los últimos cuatro días, tras la retirada de Hincapié, cuando nos quedamos un número par en el equipo y compartí el cuarto con Chechu Rubiera.

P. ¿Pero tiene en el equipo algún confidente, algún compañero para compartir las penas y las esperanzas?

R. Bueno... Siempre está Johan. Y, luego, lo hablamos todo los compañeros en la mesa, en la cena...

P. Se supone que el ambiente en la Vuelta habrá sido muy diferente al que vivió en el Tour, en el que parece que hasta el más mínimo detalle es fundamental.

R. El Tour es otra cosa. Es una carrera que absorbe más. La Vuelta es más distendida.

P. Este año daba la impresión de que no partía con muchos ánimos u optimismo. Incluso no parecía usted tan fuerte como en 2000.

R. Habría que haber visto qué impresión daba el Heras de 2000 con este recorrido. Si no hubiera habido entonces un Angliru, quizá no habría ganado la Vuelta. Todo depende del recorrido. Este año, por ejemplo, me han decepcionado los Pirineos. Ya que había tres etapas pirenaicas, esperaba que`, por lo menos, una fuera muy exigente para marcar diferencias. Pero la del día del Aubisque tenía la meta a 50 kilómetros del col y era en Cauterets, un puerto menor. Y luego, en el sur, fuimos por autovía hasta la Pandera, que para un corredor que quiera ir a rueda es sensacional, pero más aburrido. En el Tour, esas etapas tienen tres aubisques. Así se puede hacer una carrera más agresiva, menos táctica.

P. Y, pese a eso, pese a ese recorrido que favorecía a los rodadores, la Vuelta la ha ganado un escalador puro como usted.

R. Y eso que ha habido un corredor excepcional, Isidro Nozal. Si Isidro no hubiera estado allí el día del Aubisque, yo creo que habría habido grandes diferencias. Y, si no hubiera estado, creo que habría ganado la Vuelta con más facilidad, porque a Igor González de Galdeano lo teníamos muy cerquita ya. Pero es así, cada año sale uno nuevo que sorprende a todos.

P. ¿Por qué este tipo de sorpresas sólo se producen en la Vuelta? ¿Por qué en el Tour los que son favoritos de salida son los que hacen la carrera?

R. Creo que eso se debe a que el Tour es mucho más exigente.

P. Sin embargo, esta Vuelta se ha corrido sin pausa, con unas medias escalofriantes todos los días. No ha habido ninguno de tomárselo con calma.

R. Ha sido increíble la velocidad. Al ser las etapas tan cortas y haber habido muchos que no han ganado nada, siempre había dos, tres equipos, tirando todo el tiempo.

P. ¿Cuáles han sido los días clave? ¿Dónde ha ganado usted la carrera?

R. En realidad, no ha habido ningún día clave. Quizá puedo decir que no la he perdido en las contrarreloj. Excepto en la de Zaragoza, donde se salió Nozal, claro. Pero en la de Albacete logré no perder tres minutos y medio y salí de allí a cinco minutos y no a siete. Estaba mentalizado con que en Albacete me jugaba la Vuelta, porque siete minutos habrían sido insuperables.

P. Y a partir de ahí, a reducir poco a poco la distancia...

R. Ha sido una Vuelta de limar diferencias. Lo he hecho en todas las montañas, salvo en los Pirineos. Y el día fundamental fue el de Navacerrada. Hicimos diferencias atacando y nuestros objetivos coincidieron con los del Kelme, que iba por el podio.

P. ¿Habría ganado la Vuelta si el equipo de Vicente Belda y el iBanesto.com no hubieran sido tan ofensivos?

R. Yo veía las jugadas de todos y sabía dónde podía aprovecharme. El día de Sierra Nevada, por ejemplo, vi desde el principio que [Óscar] Sevilla quería atacar. Lo hizo dos veces, pero las dos se vino con nosotros Igor Galdeano. Y el día de la Pandera, sin embargo, [Félix] Cárdenas, que iba a por la etapa, no colaboró conmigo. Al siguiente me dijo que estaba muy cansado, que no tenía piernas. Por la televisión, evidentemente, todo se ve distinto.

P. ¿Veía usted derrumbarse poco a poco a Nozal?

R. Nunca supe si Nozal iba bien o mal. O quizá sí; al pie de Navacerrada ya le vi muy hundidito.

P. Un año después, el último domingo de la Vuelta, casi a la misma hora, en el mismo hotel de Madrid, dos Heras completamente distintos...

R. Es que aquel domingo, cuando perdí la Vuelta ante Aitor [González], en el estadio Bernabéu, fue el más duro de mi carrera.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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