Los inmigrantes paquistaníes en Barcelona se han triplicado en dos años
Barcelona concentra el 66% de la inmigración que llega a España desde Pakistán
En los últimos dos años, el número de paquistaníes en la ciudad se ha multiplicado por tres, hasta alcanzar los casi 10.000 a principios de este año. Los inmigrantes de esta nacionalidad se han convertido en el quinto colectivo más numeroso de la ciudad. A esta cifra oficial hay que sumar los que carecen de papeles, que la Asociación de Trabajadores Paquistaníes cifra en unos 2.000. El apoyo que reciben de sus compatriotas no es ajena al incremento producido.
Resulta difícil, por no decir imposible, ver en Barcelona a un paquistaní durmiendo en la calle. El sentimiento de comunidad es tan fuerte entre este colectivo que los ya establecidos en la ciudad nunca dejarían a un compatriota abandonado a su suerte. "No importa que lleguen sin papeles y con los bolsillos vacíos. El primer día en que pisan la ciudad ya tienen un lugar donde cobijarse, aunque sea un lúgubre piso de menos de 50 metros cuadrados en el que se agolpan hasta 25 paquistaníes", explica Javed Ilyas, presidente de la Asociación de Trabajadores Paquistaníes de Cataluña. "En menos de un mes, al recién llegado sus compatriotas ya le han encontrado un trabajo, aunque sea en la economía sumergida", continúa Ilyas.
Seguramente la predisposición de los paquistaníes a echar siempre una mano y a acoger al conciudadano que acaba de llegar ha originado el efecto llamada, al que se atribuye en buena medida el espectacular aumento de este colectivo en Barcelona. En los últimos dos años, el número de paquistaníes en la ciudad se ha multiplicado por tres, hasta alcanzar los casi 10.000 a principios de este año, convirtiéndose en el quinto colectivo inmigrante más numeroso de la ciudad.
Son las cifras oficiales. A ellas hay que sumar los que carecen de papeles, que la Asociación de Trabajadores Paquistaníes cifra en unos 2.000.
¿Por qué Barcelona, que concentra el 66% de los inmigrantes procedentes de este país asiático establecidos en España, se está convirtiendo en un foco de atracción para este colectivo? Eduardo Riol, doctorando en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona, ha intentado responder a esta pregunta en la tesina que presentará a finales de mes, bajo el título de Tendencias de la inmigración. El colectivo paquistaní en Barcelona.
Riol destaca que no existen lazos culturales, sociales o económicos entre España y Pakistán, pero ello no ha impedido que muchos inmigrantes de este país asiático hayan recalado en Barcelona, donde han encontrado un lugar con posibilidades de tener un trabajo e incluso de prosperar hasta llegar a poseer un negocio propio. En Barcelona y su área metropolitana existen unas 600 tiendas de comestibles o locutorios regentados por paquistaníes, que ya son estampas características del Raval, barrio en el que se han instalado la mayoría de estos inmigrantes y del que ya empiezan a salir para acomodarse en Sants-Hostafrancs (donde hay una comunidad paquistaní de casi 400 miembros) y en Poblenou-Besòs, con casi un millar de inmigrantes procedentes de este país.
Desde el Punjab
Los primeros paquistaníes llegaron a Barcelona en la década de 1970 procedentes de la región del Punjab, al norte del país, pero no fue hasta dos décadas más tarde cuando empezó a funcionar el denominado efecto llamada. "Al ver que aquí había trabajo, los primeros paquistaníes se pusieron en contacto con familiares, amigos o conocidos, animándolos a venir", señala Eduardo Riol. Esto explicaría el sentimiento de comunidad de los paquistaníes establecidos en Barcelona. "Si sé que acaba de llegar un familiar mío o el amigo del barrio que de niño fue a la escuela conmigo, ¿cómo voy a permitir que duerma en la calle?", razona Javed Ilyas. La mayoría vienen desde países para los que no necesitan visado y proceden de familias de clase media y con estudios."Han llegado jueces, funcionarios, maestros. Aquí, sin embargo, han de ensuciarse las manos y trabajar de pinches de cocina, fregaplatos o camareros y, los menos afortunados, vendiendo flores en la calle de noche, trabajando en talleres textiles ilegales o cargando bombonas de butano sin contrato laboral", explica Ilyas, que en su país se licenció en Ciencias Políticas y en Barcelona trabaja en la construcción.
Después de 11 años, este inmigrante se siente casi como en su casa, pero no ocurrió así a su llegada, en plenos Juegos Olímpicos de 1992. "Barcelona estaba repleta de policías que, por el hecho de ser inmigrante, te paraban a cada paso para pedirte la documentación. Como carecía de papeles, no me atrevía a salir a la calle. Esta ciudad fue para mí una gran cárcel durante bastante tiempo", recuerda con tristeza. Ahora, pese a la "dureza" de la Ley de Extranjería, Ilyas admite que los paquistaníes, incluso los que no tienen documentación, se mueven más tranquilos. "No se sienten tan acosados por la policía y se consideran bien acogidos por la sociedad, quizás porque se trata de un colectivo que no se asocia a la delincuencia", agrega.
Uno de los aspectos que más ha atraído la atención de Eduardo Riol es el hecho de que el paquistaní sea el colectivo inmigrante más masculinizado de los que existen en España. El 92% son hombres, de una media de edad de 31 años. Las mujeres empiezan ahora a incrementar su presencia, en un proceso "todavía muy lento, pero continuo", debido a la reunificación familiar. La de Ilyas es una de las mujeres que engrosará la presencia femenina en esta comunidad, y lo hará 11 años después de la llegada de su marido, cuando éste ya empieza a gozar de una situación estable. Riol vaticina que la reagrupación familiar facilitará que la comunidad paquistaní siga creciendo en los próximos años, pero advierte que este colectivo puede ir empobreciéndose, porque aumentan los inmigrantes de las zonas rurales de Pakistán, menos cualificados y con menores recursos económicos. "La alarmante situación del mercado de la vivienda y la falta de apoyo a la construcción de viviendas sociales" ocasionarán un problema "de gran importancia que no tiene visos de resolverse a corto plazo", concluye el autor del trabajo, que deja una pregunta en el aire: "¿Qué papel desempeñarán las administraciones ante esta situación?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.