La causa de Amina
La nigeriana Amina Lawal se ha salvado de la condena a la lapidación por adulterio gracias a una campaña de opinión global.
El tribunal islámico de apelación de Katsina buscó una salida que no le comprometiera al decidir su absolución, tras considerar que ni su anterior condena ni su confesión tenían validez legal. Mientras el mundo respiraba frente a una atrocidad judicial, otra corte islámica nigeriana condenaba a un joven a morir a pedradas por sodomía con tres menores.
Otros ciudadanos nigerianos -mujeres y hombres- están en situación parecida.
Nigeria es un país prácticamente partido en dos -entre musulmanes y cristianos-, en el que la autoridad del Estado no llega a la mitad de las provincias que han decidido instaurar su propia versión de la sharia, la ley coránica. Es un sistema judicial no reconocido por las autoridades centrales, y que demuestra los peligros de la debilidad de un Estado que no controla su propio territorio, como ocurre en muchas partes de África. Si la ley general nigeriana se hubiera aplicado, Amina no habría pasado por este penoso y largo trance.
La movilización de personas, ONG y gobiernos para salvar a Amina ha sido auténticamente global, reflejando quizás que, sin llegar a ser esa "otra superpotencia", a veces la opinión pública globalizada pesa cuando sabe presionar por una causa justa.
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