Mayor coordinación
La política efectista estadounidense, con la bajada de impuestos introducida desde mediados de año, ha sido suficiente para dinamizar las expectativas de crecimiento mundial. El fuerte tirón de la demanda de los consumidores norteamericanos ha servido para impulsar de forma acompasada la maquinaria industrial durante el verano, por supuesto, la nacional, pero también la de otras economías más anquilosadas, como las europeas. Resulta razonable que así sea si consideramos que se trata de una quinta parte de la economía mundial con una capacidad adquisitiva sobredimensionada por la fortaleza del dólar.
Los costes de estos estímulos se miden en términos de déficit, pero no cabe duda de que sin ellos aún se estarían manejando las paupérrimas cifras de crecimiento del primer semestre. La magnitud de estos desequilibrios comprometen, sin embargo, la intensidad de la recuperación. La necesidad de un ajuste en los tipos de cambio que mejore la relación de intercambio estadounidense y que facilite la financiación de su balanza corriente ha inspirado dudas que se han materializado en las bolsas y en las curvas de tipos de interés. Llegados a este punto, es inevitable cuestionarse de nuevo la sostenibilidad de una reactivación económica tejida sobre mimbres aún muy frágiles.
Japón y Europa han comenzado a aparcar sus prejuicios de ortodoxia recalcitrante y están dirigiendo sus prioridades a la demanda interna
Sin embargo, en esta ocasión, a diferencia de los precedentes más inmediatos, el resto de bloques económicos se han mostrado más comprometidos con las políticas de estímulo. Japón y Europa han comenzado a aparcar sus prejuicios de ortodoxia recalcitrante y dirigido sus prioridades a la demanda interna en lugar de esperar que sea el sector exterior el componente que salve al ciclo de una nueva recaída. En primer lugar, porque los previsibles ajustes cambiarios no van a facilitar este patrón de crecimiento en los próximos años; en segundo lugar, porque el modelo de crecimiento estadounidense apunta debilidades que podrían materializarse a lo largo de 2004, y en tercer lugar, porque debe ser la demanda interna la que lidere una recuperación que inspire confianza, sobre todo en la economía de la eurozona, cuyo grado de apertura es al menos un 50% inferior a Japón o Estados Unidos. Una vez asegurada la salida de la crisis, vendrán mejores tiempos para llevar a cabo los ajustes necesarios.
Analistas Financieros Internacionales
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