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Toda literatura es correspondencia

PESSOA, COMO multitud, hombre de "vida plural" (Ángel Crespo), "desconocido de sí mismo" (Octavio Paz), poeta que escribió sus primeros textos en inglés y que luego "adoptó" su propia lengua, el portugués: todos esos rasgos aparecen desarrollados en la biografía de José Luis García Martín (profesor de la Universidad de Oviedo), quien minuciosamente se encarga no sólo de revelar el amplio mundo de intereses y actividades de su biografiado -redactor de cartas comerciales, místico heraldo del mesiánico rey Sebastián, teórico de la literatura, tímido o huidizo en el amor (se incluyen algunas cartas de Pessoa a Ophélia de Queiroz) y polemista, capaz de prologar los poemas homoeróticos de António Botto-, sino también de deslindar aquellos aspectos ideológicos y de estilo que permiten identificar a sus heterónimos Ricardo Reis, Álvaro de Campos o Alberto Caeiro, entre otros.

Rica en testimonios y detalles sobre los vínculos literarios de Pessoa y su tardía proyección como poeta, esta biografía analiza, sin caer en los socorridos tópicos de la exaltación acrítica, la personalidad de un escritor que se construye a la manera de un intenso vaivén entre vida cotidiana y literatura: su gusto por las ciencias ocultas, por ejemplo, proviene de su tarea como traductor de libros teosóficos.

El libro se cierra con una reflexión sobre los vínculos entre Fernando Pessoa y España y, a este propósito, analiza y discute, señalando sus diferencias, la pretendida pero poco probable influencia de Miguel de Unamuno en el autor portugués.

La obra de Antonio Sáez Delgado (Cáceres, 1970, profesor en la Universidad de Évora) complementa la de José Luis García Martín porque abre un campo incitante acerca de la amistad entre Pessoa y el poeta andaluz Adriano del Valle, al hablar de sus encuentros en Lisboa y reproducir la correspondencia que ambos mantuvieron (diez cartas del autor portugués, cuatro del español). También se refiere a la relación epistolar, más esporádica, entre dos poetas vinculados al ultraísmo -Rogelio Buendía e Isaac del Vando-Villar- y Fernando Pessoa. Deben también destacarse las tres postales que enviara António Botto a Adriano del Valle.

Ambos libros, desde la biografía y desde la amistad, aportan un interesante material gráfico y documental y datos indispensables para revisar y reconstruir la historia del accidentado y en ocasiones nulo intercambio entre los literatos portugueses y los españoles. Además del aprendizaje mutuo que suponen estos encuentros, la traducción sirvió en gran medida para acercar a los dos países, Portugal y España, más allá de nacionalismos de corto alcance. Hubo varias reuniones en las que Pessoa, interesado en la difusión en castellano de la obra da Mário de Sá-Carneiro, prestó su ayuda a Adriano del Valle para que éste lo tradujese. Del Valle, por su parte, contribuyó a hacer conocer en Portugal a poetas de su generación, con lo que afianzó también la labor realizada en ese sentido por Ramón Gómez de la Serna.

La historia literaria (la historia) se hace abriendo resquicios. Y en ellos pueden rastrearse los antecedentes de la revista bilingüe Espacio/Espaço Escrito que, surgida en 1984 en Badajoz bajo la dirección del poeta y traductor Ángel Campos Pámpano, incluye en su consejo de redacción a Antonio Sáez Delgado. Si a partir de la década de 1980 se produce, con el número de la revista Poesía dedicado a Pessoa, un mayor reconocimiento de este poeta y, a la vez, se abre el camino de la difusión de la literatura portuguesa, habrá que ahondar en esos primeros escarceos, allá por los años veinte, entre literarios y amorosos. Las fronteras nacionales en general empobrecen: más aún si hablamos de literatura.

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