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Tribuna
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El rescate emocional de una generación

Fue el título de una autorreflexión, uno de sus mejores LP, hace casi diez años: emocional rescue, rescate en la emoción. ¿Rescate de qué, o de qué naufragio? Probablemente, viendo el conjunto de la audiencia y del escenario se trata del rescate (del naufragio) de la edad. Que los viajeros roqueros no mueren es un mito, o una tontería más al uso. Todo pasa, dijo el poeta romano, y con voz de guateque lo cantaba otro superviviente, que también ha triunfado sin ser roquero. Pero el interrupto rescate emocional de esta gira de los Rolling Stones por España es para los españoles de una edad (ya con varios puentes en la dentadura) el rescate de un tiempo pasado, de un tiempo ligado no solo a la música sino fundamentalmente a la búsqueda de los derechos cívicos. A los derechos y deberes que hoy gozamos.

Rollings frente a Beatles fue una alternativa posible. A la vez que innecesaria, como el gintonic frente al cubalibre. Hoy sobreviven las dos gotas de Vermouth que Mick Jagger puso al dry Martini de Satisfaction: la sensualidad de unos labios que ponían la voz y el erotismo de su marcha en escena. Ambas permanecen en esta gran reserva casi centenario que ha resistido a las drogas, pero sobre todo a la estupidez (y a la parafernalia del gran circo de las giras musicales).

También la escenografía de Beatles frente a Rollings fue diferente. Cuando aparecían los Beatles había una estabilidad en la escena, una afirmación de permanencia en la escena: el grupo estaba en una caja. Mientras que los Rollings construían su espacio: Jagger ha convertido siempre con su cuerpo la escena en un espacio magnético. Con la voz, y con la sensualidad de su órgano, de su insultante boca, y con un ajetreado ir y venir de sus caderas, Jagger abrió el camino al cuerpo en cuanto instrumento; lo convirtió en signo en sí. La danza muestra en todas las culturas unas estructuras cinéticas parecidas, sobre todo si nos fijamos en el núcleo central del cuerpo humano: en el torso. Del simple andar al saltar hay un aumento de movimiento no sólo de las extremidades sino del tronco entero, del torso humano.

El movimiento del cuerpo en Jagger pretendió abolir la escena, sus propias normas y las leyes de la estabilidad coral de todo cantante. Sin él no hubieran nacido ni Michael Jackson ni Prince. Fue el primer blanco que se movió bajo el principio de isolación, donde cada parte del cuerpo tiene autonomía: el offbeat de los negros. Jagger se cargó la linealidad del cuerpo y el empalagote de los Beach boys y demás kinas.

Su boca demostró que su camino musical es apátrida, pero su línea de pensamiento personal. Demostró que no necesitaba tocar salsa para traer el aire de la jacaranda y el olor del sexo. Lo hizo y lo sigue haciendo con la técnica del virtuoso que disimula su brillantez y con el estilo del que sabe iluminar con luz propia todo lo que toca. Pero más allá de su música y de sus letras la presencia de Jagger, su movimiento en escena, sigue confirmando que la danza nació de la observancia instintiva de que el ritmo es un elemento fundamental del movimiento del universo. El movimiento y el ritmo que están dentro y fuera de mí, del latido del corazón al de las mareas, de la sangre renovada por la luna a las aguas desheladas por la primavera.

Kosme de Barañano es director de IVAM.

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