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Nuevos tiempos en la derecha

Ciertamente el verano político español ha estado cargado de acontecimientos, sobre los que habrá que volver con sosiego. Pero precisamente por eso, prefiero dedicar estas líneas a algo más distante, lo cual permite un comentario más reflexivo. Y por ello prefiero referirme al inicio del verano político europeo, en el que destaco la comparecencia de Berlusconi ante el Parlamento Europeo, para presentar las líneas fundamentales de la Presidencia italiana de la Unión Europea. Y de esa comparecencia pueden extraerse muchas conclusiones. Se debe ir más allá de la anécdota de una intervención, en la que tal vez lo menos importante fue que se dedicara a insultar a un diputado alemán, con independencia de la bajeza moral que ello denotara, porque, en definitiva, lo más significativo fue la actitud del Primer Ministro italiano, una actitud en extremo prepotente, insultante y descalificatoria de la ideología de la izquierda. Y que ello ocurra en un Parlamento, como es el Europeo, en el que, hasta el momento, han predominado la cortesía y las buenas formas, nos indica que algo está cambiando en las relaciones entre derecha e izquierda.

El Parlamento Europeo, hasta el momento, ha sido la cámara en la que más claramente se ha puesto de manifiesto el ideario colectivo que ha regido la construcción europea, como expresión de la vida política posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ese ideario suponía la plasmación de un gran pacto entre las dos grandes familias ideológicas: la democracia cristiana y el socialismo democrático. Ese gran pacto, que tuvo su manifestación más significativa en la Constitución alemana, suponía que las bases de la convivencia iban a permanecer inalterables, con independencia de quien fuera el que gobernara. El pacto tuvo, posiblemente, su expresión más significativa en el terreno económico. Los socialistas -la izquierda- aceptaban la economía de mercado, en definitiva el capitalismo, mientras que los demócratas cristianos -la derecha- aceptaban que en el terreno económico se introdujeran elementos correctores de las desigualdades. Surgió así el concepto de economía social de mercado, pero sobre todo se inició un período de colaboración entre esas dos grandes fuerzas políticas, y fruto de esa colaboración fue, entre otras cosas, la construcción europea.

El pacto político de la posguerra partía del supuesto no escrito de la superioridad ética de las ideas de la izquierda. El hecho de que el más importante partido del campo conservador fuera una formación de inspiración cristiana facilitaba una cierta confluencia en el terreno de los principios, en la medida en la que se admitía que las ideas de justicia o de solidaridad, la idea de la igualdad entre todos los hombres y mujeres, constituían el núcleo fundamental de la actuación política. Pero ésas eran las ideas de la izquierda, que todo el mundo aceptaba como esenciales, pues, al fin y al cabo, también encontraban sus raíces en el Evangelio. Para hacer visible esa idea, el más importante partido de la izquierda europea, el Partido Socialdemócrata alemán, en su Congreso de Bad Godesberg, aceptaba entre los orígenes de su pensamiento, "el humanismo de raíz cristiana".

Como consecuencia de ese gran acuerdo, el debate trascurría por otras vías, y no se ponían en cuestión las bases del sistema. Naturalmente cada formación política ponía el acento en unos aspectos más que en otros, pero ésa era una cuestión de matices, de la misma manera que se centraba el debate en otras cuestiones, tales como la educación religiosa versus escuela pública, pero los limitados términos de la confrontación dotaban a la vida política europea de una gran estabilidad. Desde la óptica de la izquierda, tal vez la mayor conquista consistía en que no se discutían las ideas básicas de su pensamiento. En lugar de discutirlas, la derecha afirmaba que, si se acentuaban las políticas de igualdad, la economía no funcionaba, pero no se discutía que hubiera que realizar tales políticas de igualdad. En definitiva se contraponía la moral de la eficacia a la ética de los principios, pero nadie discutía que esos principios fueran, desde el punto de vista ético, superiores al frío realismo de una pretendida eficacia.

En la actualidad, todo ha cambiado. El cambio ha ido imponiéndose de forma progresiva, pero ya se ha convertido en una realidad. Los factores que han contribuido al cambio son múltiples, y si en un primer momento se hizo visible en la época de Thatcher y Reagan, en la época de Bush II ya se puede vislumbrar en toda su extensión. Ahora, la derecha no se limita a aceptar los principios y discutir en el plano de la eficacia. Ahora discute los principios, y contrapone los suyos a los de la izquierda, y con ello se hace más agrio el debate político, y se rompen muchos puentes de colaboración. Muchos ejemplos hay de esa realidad.

En Europa hay muchos países en los que el sistema electoral proporcional ha hecho imposible la obtención de mayorías estables, y en esos países buena parte de los gobiernos han estado formados por coaliciones entre demócratas cristianos y socialistas, como ha ocurrido tradicionalmente en Holanda, Bélgica, Luxemburgo y, con ciertos matices, en Austria. En la actualidad, en todos esos países siguen existiendo gobiernos de coalición, pero cuando participan los demócratas cristianos no participan los socialistas, y viceversa. Naturalmente cuando los principios de las formaciones políticas se alejan, la colaboración se hace más difícil.

Recientemente en Francia se ha producido un novedoso movimiento a cuyo desarrollo hay que permanecer atento, ya que ha tenido lugar una manifestación de estudiantes contra el predominio sindical y a favor de la liberalización, rompiendo algo que formaba parte del denominado "pacto republicano", es decir la fuerte presencia del Estado en la economía.

En España, un antiguo presidente de la Asociación Española de la Banca, Rafael Termes, está dedicándose a escribir sobre la superioridad moral del capitalismo, es decir a prestar cobertura ética a cuanto viene ocurriendo, y, en definitiva, a afirmar que no es que el socialismo sea superior al capitalismo desde el punto de vista ético, aún cuando el capitalismo funcione mejor, es que el capitalismo es también superior desde el punto de vista ético.

Y con todo ello no resulta extraño la postura de Berlusconi en un Parlamento como el Europeo que era el paradigma del pacto europeo. Berlusconi, que, al igual que Aznar, realiza sus campañas electorales al grito de "que vienen los rojos", se presenta como quien es, como un conservador convencido de que las ideas de la izquierda son perniciosas, y por ello grita, insulta y descalifica. Fruto en definitiva de los nuevos tiempos de la derecha.

Luis Berenguer es eurodiputado socialista.

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