Arquitectura catalana: de Miralles a RCR
La desaparición de Enric Miralles hace poco más de tres años fue un golpe durísimo para la cultura catalana; era el arquitecto catalán más creativo y que más prestigio internacional estaba alcanzando, merecidamente, en aquel momento. Pero más allá de esta terrible pérdida, la obra de Miralles sigue viva y aumentan su presencia y reconocimiento.
En primer lugar, los proyectos de Enric Miralles, de la mano hábil y segura de Benedetta Tagliabue y su estudio, continúan replanteándose y construyéndose, y el equipo Miralles/Tagliabue sigue proyectando, con lo cual su legado sigue creciendo. Además, la influencia de Miralles está presente en la obra de tantos antiguos socios, colaboradores, alumnos y discípulos, desde Carme Pinós hasta Josep Miàs.
Sus proyectos siguen haciéndose reales, con unos aciertos que prometen obras maestras y también con alguna obra fallida.
El Parc dels Colors en Mollet del Vallès (1992-2002) es una obra magnífica, fiel a la policromía del proyecto, que posee una gran variedad de espacios integrados al conjunto y que se relaciona con cada episodio del entorno, creando unas esculturas-pantalla hacia donde hay edificios privados y abriendo suavemente el parque hacia el espacio público colindante.
En cambio, no podemos considerar el Parque de Diagonal Mar (1997-2002), que ni está en la Diagonal ni está en el mar, un proyecto conseguido. De las ideas iniciales de un gran parque que, como un torbellino, se enroscaba en el nudo de aquella nueva parte de la ciudad, envolviendo las torres de Diagonal Mar y llegando hasta la misma playa, ha quedado un proyecto incompleto, mutilado y excesivamente subdividido, en el que no se consigue una escala adecuada; se convierte sólo en una suma de jardineras, juegos de niños y bellos parquecitos. Tan fragmentado y tan esclavo de su mobiliario urbano, el parque no pasa de ser el telón de fondo que enfatiza las torres de Diagonal Mar. En contrapartida, el Parc dels Colors en Mollet posee una escala, diseño y topografía que le otorgan identidad y que proponen un marco totalmente nuevo para un parque, estimulante a los sentidos, un activador que el visitante recorre y descubre, con multitud de ambientes, desde un bosquecito clásico hasta la gradería que crea un anfiteatro al aire libre, desde las jardineras como hongos y las luminarias suspendidas hasta las esculturas de agua.
Además, este año se ha terminado la reforma de la plaza de Ángel Pestaña en Barcelona, que tiene una suave y ondulada morfología pos-Miralles, cuidadosamente entretejida al entorno urbano, en la que se nota la mano de Benedetta; recuerda su proyecto final de carrera en el Central Park para la Columbia University. También sigue en construcción la biblioteca pública en Palafolls (1997). Y queda pendiente la realización de uno de sus proyectos más bellos y convulsos: la misteriosa torre de Gas Natural (1999), frente al mar, una obra orgánica y onírica que se despliega en un voladizo hecho de sueños y nubes; éste es el único objeto singular que en Barcelona podrá competir con el dominio evanescente de la Torre Agbar.
Y faltan unos meses para que se termine la que va a ser otra joya de la Barcelona de principios del siglo XXI: el Mercado de Santa Caterina, con su ondulante cáscara de madera y cerámica sobre una expresiva estructura de hormigón y acero que recubre restos del antiguo mercado; junto a la Porta Cambó, un conjunto residencial excelente conformado volumétricamente bajo la influencia de los mismos Enric y Benedetta.
Y tan emocionante como comprobar la continuidad de la obra de Miralles es el hecho de que la arquitectura catalana siga aportando nuevos nombres al panorama arquitectónico. Nuestros medios provincianos y locales no lo han registrado, pero ya existe otro equipo catalán que por la calidad e intensidad de su obra está consiguiendo un merecido reconocimiento en los foros internacionales: RCR Arquitectes, formado por Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta es una referencia de la nueva arquitectura en Cataluña. La editorial Gustavo Gili de Barcelona está a punto de publicarles una monografía y la revista El Croquis, publicada en Madrid, les dedica el último monográfico, junto a Alejandro Zaera/Farshid Moussavi (Foreign Office Architects) y a Emilio Tuñón/Luis Moreno Mansilla, considerando que estos tres equipos de origen español -uno en Londres, otro en Madrid y otro, en Olot- son los equipos de arquitectos relativamente jóvenes que tienen ya la obra más representativa y de mayor calidad. Y del trío no cabe duda de que la obra de RCR es la más coherente y cuidada, pura arquitectura.
Y es que después de la propuesta arquitectónica de Miralles, creando todo un universo gestual y surrealista, intenso, inquietante y renovador, existe ya otro mundo arquitectónico consolidado, totalmente distinto, el de estos arquitectos de Olot, que han sabido crear unos espacios propios, de formas puras, intensas y brillantes, hechas de texturas y exfoliaciones, basadas en juegos de llenos y vacíos, de transparencias, translucidades y refracciones lumínicas que crean unas relaciones con el medio que son totalmente nuevas, a la vez que delicadamente naturales y contundentemente abstractas. Han sabido extraer de las formas geométricas y de la naturaleza su intemporal y proteica esencia Zen.
A pesar de no disponer de los medios de expresión y difusión que se merecería, la arquitectura catalana sigue renovándose, desde la inagotable rauxa de la arquitectura de Miralles/Tagliabue hasta el sistemático seny de los experimentos formales de RCR.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la ETSAB-UPC
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