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"Temblaban todos los platos"

Vecinos y viandantes intercambian experiencias sobre los efectos de los terremotos en Valencia

No hubo víctimas, ni pánico, pero el nerviosismo era evidente entre los vecinos y viandantes que se arremolinaban en torno al camión de bomberos que se desplazó al paseo de María Cristina, en Valencia, para comprobar posibles daños en la estructura del edificio que ocupa el número 11 a raíz de los dos terremotos que sacudieron la ciudad y buena parte del litoral.

Una mujer relataba su experiencia en el Museo de Cerámica González Martí, que visitaba en el momento en que se registró el segundo temblor, de una magnitud de 4,6 grados en la escala de Richter. "Temblaban todos los platos", decía agitada. No pasó de un tintineo, pero la sensación fue agobiante.

El propietario del horno que ocupa el local comercial en los bajos del número 11 del paseo de María Cristina llamó a los bomberos inmediatamente después del segundo temblor. La fachada de la finca fue rehabilitada hace dos años, pero los vecinos esperan una licencia municipal desde hace cuatro meses para acometer obras en los cimientos del edificio, construido hace 80 años.

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"No es grave, pero igual que las personas mayores tienen achaques en las caderas o en la espalda, el edificio necesita reforzar sus fundamentos", explicaba el abogado que gestiona los asuntos de la finca. Los cimientos están preparados para una inyección de hormigón, pero las vigas permanecen desnudas desde hace unos meses y los vecinos se apresuraron a bajar a la calle cuando sintieron los temblores.

Los bomberos descendieron a los sótanos del inmueble y comprobaron que la estructura no había sufrido daños de consideración como resultado de los dos terremotos. "No va a caerse", afirmó un bombero, "no está peor que muchos otros edificios".

Sin embargo, los bomberos se comprometieron a elaborar un informe para intentar agilizar la concesión de la licencia de obras que esperan los vecinos, según explicó el abogado que gestiona el trámite.

"Yo está noche no duermo aquí", explicaba inquieta otra inquilina de la misma finca después de atender las explicaciones del abogado.

Otra inquilina, de origen japonés, se mostraba más tranquila y recordaba que en su país natal, los terremotos, muy frecuentes, habitualmente provocan la caída de objetos domésticos y movimientos de muebles y otros enseres.

El mercadillo instalado en la plaza del Mercado Central mantenía su actividad normal y estaba abarrotado poco después del mediodía. Pero decenas de curiosos se detuvieron en torno al camión de bomberos y las cámaras de los reporteros gráficos para interesarse por el diagnóstico de los técnicos.

Otra viandante aseguraba haber visto moverse la taza de café que acababa de dejar sobre la mesa de una terraza en las inmediaciones del Mercado Central cuando se produjo el segundo temblor.

El párroco de San Luis Bertrán, en el distrito de la Font de Sant Lluís, en Valencia, ofreció el único testimonio sobre un desprendimiento de cierta importancia a raíz del segundo terremoto registrado a las 12.34. "Cuando acababa de concluir la misa de 12 y me disponía a apagar las luces del templo, se ha producido un temblor y han caído cerca de mí dos trozos de la bóveda del templo, situada a más de 20 metros de altura, en la que se habían realizado obras hasta el pasado mes de julio", explicó a la agencia Avan.

Ayer no hubo desalojos de oficinas ni dependencias oficiales porque era festivo. No hubo funcionarios que interrumpieran el tráfico a las puertas de sus centros de trabajo. Pero alrededor de tres mil vecinos de Valencia y localidades como Segorbe, Denia o la ciudad de Alicante se pusieron en contacto con el Centre de Coordinació d'Emergéncies de la Generalitat para pedir detalles sobre lo ocurrido y saber si corrían peligro.

No hubo cortes en el suministro de servicios esenciales como el agua, el gas o la electricidad, ni en los servicios ferroviarios. Sólo dejaron de funcionar los cajeros automáticos de varias entidades financieras.

El pasado martes, un terremoto de magnitud muy similar a los registrados ayer provocó la caída de una estatua de 200 kilos de peso que remataba el pináculo central de la fachada de la iglesia de San José de la Montaña, en Valencia. Afortunadamente nadie resultó afectado por el desprendimiento.

La inquietud entre los vecinos de Valencia se extendía a varias localidades próximas, donde el temblor fue apreciable. Las llamadas a la tranquilidad de parte de los portavoces oficiales intentaban aplacar los nervios que provoca un fenómeno incontrolable. Pero las apelaciones a la calma iban acompañadas de una advertencia incómoda: "Puede haber réplicas".

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