Educar
Los planes de estudios deberían incluir una asignatura obligatoria que enseñase a ver la televisión. No es lógico que esté al margen de los saberes colegiales de los niños algo tan importante en sus vidas, una realidad pública y privada que ocupa sus ojos y marca de forma decisiva sus experiencias sobre el amor, la amistad, la política, la religión, el pecado, la carne y el mundo. Forrar un libro en las primeras semanas de septiembre es como escribirle una carta al porvenir. Debemos cuidar nuestra sabiduría y la sabiduría de nuestros hijos, evitar que se rompan las buenas intenciones al contacto con la calle, convertir a la física, la química, la lengua, las matemáticas, la literatura, la filosofía y la historia en un acto de esperanza. Me gustaría forrarle a mi hija un libro de texto sobre la televisión, porque así alcanzaríamos a discutir a la hora de los deberes algunos temas que siempre quedan aplazados. Déjame, papa, que estoy viendo la televisión. No, hay que hacer los deberes, vamos a hablar de la televisión. El primer capítulo podemos dedicarlo a las noticias, una materia flexible, ya que los hechos se interpretan, se fabrican y se dirigen. El arte de gobernar descansa en la habilidad de hacer que los demás discutan, de buenas o malas maneras, sobre aquello que interesa al Gobierno, dejando en la sombra los asuntos que favorecen a la oposición. Los silencios son tan significativos como los gritos o los argumentos razonables. La libertad, esa palabra que llena los discursos de los demócratas, es un asunto complejo, y no sólo porque sirva tanto para un roto como para un descosido, sino porque juega al mismo tiempo con los derechos y con los deberes. Una asignatura sobre la televisión servirá para discutir algunos asuntos decisivos dentro de la propia experiencia de los niños.
Será bueno hacer los deberes sobre la televisión, porque la libertad no significa que cada uno haga lo que quiera, o que todos seamos respetables hagamos lo que hagamos. El concepto de tolerancia va de boca en boca como una manzana envenenada. La libertad tiene que ver también con la calidad del producto, con la verdad y la mentira, con la igualdad de posibilidades y con los espacios públicos. ¿Seremos más libres cuando tengamos más canales o cuando dispongamos por lo menos de un canal que nos pertenezca a todos? La globalización de los poderosos ha conseguido una concentración descentralizada que sólo se preocupa ante la libertad de los espacios públicos. Por eso una asignatura sobre la televisión significará un elogio de la política, aunque este elogio suponga con frecuencia un vituperio de los políticos. ¿De dónde salen los políticos? El niño que acabe sus deberes se pondrá a ver los informativos de televisión con sus padres y oirá cómo se meten con la corrupción, la estupidez y el egoísmo de los políticos. La familia no se calmará cuando empiece la programación nocturna. Con los ojos pegados al televisor, los padres seguirán insultando a los personajes de la telebasura. Si ha aprendido algo, el niño podrá comprobar que no caben muchos dintingos entre los líderes y sus audiencias. Al corromperse y al mentir, al insultar y al aplaudir, los políticos son exactamente igual que sus padres. Tal vez, incluso, son un poco mejores los políticos.
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