El futuro
De los apabullantes documentales sobre la historia de Nueva York que estos días emite Documanía se aprende no sólo la manera en que se puede contar el pasado sin perder ni el rigor ni el encanto sino cómo se construyó una ciudad que recibió constantes flujos de inmigración y que después de experiencias traumáticas, a veces teñidas de sangre y siempre de miseria, ha logrado una aceptable paz. En España, ahora mismo, la inmigración es el tema. Este era el país en el que ayer todas las caras eran prodigiosamente iguales y en el que hoy basta darse un paseo para advertir que, por fortuna, no volveremos a ser como éramos. De las historias de la inmigración ajenas aprendemos que los ricos siempre se benefician de la mano de obra de los recién llegados y los pobres autóctonos siempre se sienten postergados, no porque el pobre sea más insolidario sino porque es el que se ve obligado a compartir su espacio, su trabajo, las ayudas del Estado y la educación de los hijos. Teorizar sobre la inmigración cuando el roce que se tiene con ella es el del servicio doméstico y el mestizaje cultural, cosas que corresponden sólo a la clase media, es sin duda superficial. No hace falta que nos vayamos tan lejos como a Nueva York para saber que el ajuste de los que llegan con los que están siempre ha sido difícil; ahí tenemos Holanda, uno de los paraísos de la civilización y, sin embargo, como dice un estudio sobre su panorama educativo, un país que segrega social y racialmente a los niños de inmigrantes.
Debería ser una llamada de atención para nosotros, que estamos empezando, y un debate continuo, sin prejuicios, porque es fácil repetir el error y crear esa comunidad en la que abunden los restaurantes y las músicas exóticas pero en la que el niño de origen marroquí no tenga las armas educativas para competir con un hijo de españoles. Hoy más que nunca es necesaria esa escuela pública laica (digo laica) que iguale a los ciudadanos desde abajo. Hoy se sabe que también hay que pedir generosidad al inmigrante, para que acepte que sus hijos ya no son del país de origen sino del país al que llegaron sus padres buscando una vida mejor.
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