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Columna
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Cerrado por reformas

Bajo el eufemismo de "reforma" estamos asistiendo, quizás al socaire de la impulsiva reforma del Estatuto vasco promovida por Ibarretxe, a toda una inflación de reformas que van desde el Estatuto catalán, el aviso de reforma del andaluz, y al de la misma Constitución en lo que se refiere, especialmente, a su Título Octavo. De hecho, no habíamos visto en la reciente historia española tantas y diferentes propuestas reformistas, desde la de Ibarretxe al invento de IU de "federalismo de libre adhesión". Propuesta, la de IU, que despertaría de su tumba a Jefferson y al mismísimo Jackson, que, para entendernos, es como la invención del automóvil estático, porque si algo no es federalismo es que lleve la calificación de "libre adhesión". Lo más parecido a estas dos propuestas de Ibarretxe y Madrazo es la del confederalismo de los aristocráticos estados del Sur, los que provocaron la Guerra de Secesión.

A pesar de las críticas recibidas por el Plan Ibarretxe, hay un aspecto de éste que se traslada al resto de las propuestas: su unilateralidad. Las propuestas se hacen desde dentro de cada sigla política con el inapreciable talante de alcanzar el consenso. Por el contrario, lo que se aprecia es que se enarbolan dichas propuestas como estandarte de identificación partidista, reivindicación electoral incluso, que desprecia la misma naturaleza de reforma, buscadora del acuerdo, y hace más bien pensar que están destinadas a la provocación del conflicto irresoluble. Una propuesta de reforma desde la unilateralidad que afecta profundamente al marco constitucional y con el carácter de seña de identidad partidista no es una propuesta de reforma, más bien se aproxima a un golpe revolucionario. Lo que nos podría poner pesimistas recordando aquella España en la que nadie se ponía de acuerdo.

Con tales ínfulas reformistas se corre el riesgo de tirar el edificio. Pero si alguien se niega a cerrar el establecimiento "por reformas" se corre el otro riesgo no menor de que éste se quede en monopolio con el negocio. Es decir, frente a las promotoras de reformas en las que se han convertido los partidos de la oposición, incluido el principal, reformas que van hacia el fortalecimiento de la periferia, se corre el riesgo de que el PP se quede con la tienda en exclusividad, se quede como único garante de la nación española, y que el PSOE se convierta en un partido periférico. Desaparecería el núcleo político, con la alternativa incluida, que diese estabilidad a la nación.

En coherencia con los disparates históricos y teóricos de la política periférica, los talantes que deben regir en toda convivencia política, como las buenas formas y la necesaria búsqueda de acuerdo para hacer viable una reforma, se han perdido. Y sin ninguna capacidad autocrítica se vierte sobre el adversario sin pudor alguno la culpa de los propios errores con una frivolidad prisionera de la frivolidad generalizada en los medios de comunicación de gran audiencia.

Lo que nos arrastra a otro problema que ya está presente, al partido concebido como exclusivo representante de la sociedad, al fomento de ciertos virus existentes en el seno de todo partido que promocionan su vocación al totalitarismo. Porque la presentación de propuestas de gran trascendencia constitucional como las que hoy se ven, y de naturaleza unilateral, constituyen un síntoma de esa tendencia.

Siempre quedará el Pacto antiterrorista, ¿pero qué queda de él?, cuando, quizás, el haberlo firmado en su día haya fomentado el giro de la búsqueda del desacuerdo. Por lo que con cierta tranquilidad, debiéramos reflexionar sobre la hipótesis de que tanta inflación de reformas, y especialmente el plan Ibarretxe, no son más que el síntoma de la carencia de la cohesión constitucional y el abandono por los llamados partidos constitucionales, unos más que otros, de la política, que debiera poner en primer plano y en salvaguarda esa estabilidad nacional, sustituida hoy por la gestión de intereses muy concretos que les lleva a un enfrentamiento sin límite.

De esa manera el problema vasco, la falta de convivencia política, se está trasladando a toda España. Faltaba el recuerdo del treinta y seis y ya ha sido citado en el mitin de Vista Alegre.

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