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En Cataluña actúan cerca de un millar de 'skins', la mayoría menores de edad

Las bandas están formadas por unos veinte jóvenes y se concentran en el área metropolitana

Son entre 700 y 900, la mayoría menores de edad y en situación predelincuencial. Las agresiones skins de Castellar del Vallès han puesto en evidencia el resurgir de un fenómeno controlado desde hace años por la policía, pero que rebrota con nuevas variantes. La mayoría de los cabezas rapadas viven ahora en los municipios del área metropolitana de Barcelona, son hijos de inmigrantes que llegaron en la década de 1960 y han sustituido la cazadora y las botas militares por el chándal y las bambas. Además, utilizan Internet para comunicarse entre ellos y para localizar a sus objetivos entre los grupos alternativos.

No existen cifras oficiales, pero hay coincidencia en diversos sectores en que en los últimos meses han rebrotado las agresiones de los grupos de skins y las denuncias contra éstos. "Hace años, con motivo de los Juegos Olímpicos y por algunas agresiones graves que produjeron, se les presionó mucho y eso los dispersó; estaban muy controlados. Se dejaron el pelo más largo para pasar desapercibidos, pero ahora reaparecen con otra estética, aunque con el mismo pelo rapado de hace una década. Hay grupos organizados en las cuatro provincias catalanas, pero la mayoría se concentra en las comarcas de alrededor de Barcelona", explica un cargo policial especializado en estos colectivos.

Lógicamente, los skins de ahora no son los de antes. Son más jóvenes. "Lo mejor que les puede pasar es que encuentren novia o trabajo, porque eso les hace dejar el grupo y se les pasa la tontería", añade. Pero mientras tanto, se integran en grupos de unas veinte personas, unidas por ser del mismo municipio. La mayoría tiene entre 15 y 19 años, pero en cada banda hay dos o tres, de mayor edad, que actúan de líderes. "Ésos son los peores y con el tiempo son los que acaban en la cárcel por agresiones graves", asegura el mismo mando policial.

La gran mayoría de la banda se mueve en situaciones de predelincuencia o de delitos menores. Muy pocos estudian, casi todos pertenecen a clases sociales bajas y son consumidores habituales de alcohol y anfetaminas. Muchos de ellos, además, se dedican al pequeño tráfico de drogas. Hace unos años apenas había chicas en estas bandas. Ahora son cada vez más numerosas. Los nuevos skins frecuentan las macrodiscotecas de los polígonos industriales del área metropolitana de Barcelona, aunque también utilizan ciertos bares de su población como lugar de encuentro. En algún municipio tienen hasta local propio para reunirse.

"La gran mayoría tiene una ideología muy débil, apenas saben nada del nacionalsocialismo y no pasan del heil Hitler", asegura la policía. "Pero hay un número relativamente pequeño, que apenas llega al centenar de personas, que sí que estudia o ha estudiado. No se notan tanto pero son los más peligrosos, porque actúan de líderes y de captadores", añade. La inmensa mayoría no luce insignias nazis, de la ideología que dicen profesar, pero sí guarda banderas con esvásticas en esos locales o en sus casas.

Nueva estética

La estética de los cabezas rapadas ha cambiado en los últimos años. Hace una década se les reconocía y se hacían notar por la cazadora Bomber, una prenda de color verde militar por fuera y el reverso naranja. En el antebrazo solían llevar algún tipo de insignia nazi. El otro distintivo que les caracterizaba eran las botas militares de color negro, atadas por encima de los tobillos. Ahora, aparte de llevar el pelo cortado al uno, la indumentaria habitual es un chándal, muchas veces con la bandera de España en el pantalón, como los que proporciona el Ejército y que normalmente les da algún amigo que hizo el servicio militar. Las botas han sido sustituidas por zapatillas deportivas.Al margen de pertenecer a clases sociales bajas, la mayoría de los jóvenes skins son hijos de las olas de inmigrantes llegadas a Cataluña a partir de los sesenta. Menores que muy probablemente no han llegado a integrarse y que ahora proyectan en los nuevos inmigrantes su fracaso escolar o laboral. Eso explica, según la policía, que en municipios con altos índices de inmigración siempre haya una banda de 20 o 25. "Los skins siempre utilizan con los nuevos inmigrantes extranjeros argumentos tan clásicos como que les quieren quitar el trabajo", asegura la policía. Los ejemplos más ilustrativos son Vic y Salt.

Lo que más les distingue de los skins de hace una década es que utilizan Internet, un vehículo de comunicación entonces inexistente. La Red les sirve para chatear y para crear foros, pero también para obtener información sobre los colectivos de jóvenes alternativos, principalmente okupas y ácratas, a los que en ocasiones acaban agrediendo. Uno de estos ataques ocurrió este verano en el cine Ópera y en el edificio denominado la Kasona, de L'Hospitalet, dos locales ocupados hace meses. Ambos fueron atacados por los skins, que apedrearon las ventanas e intentaron entrar en su interior, pero los okupas se defendieron y rechazaron las agresiones con la misma contundencia.

Presión policial

¿Qué hacer con ellos? Ésa es la eterna pregunta que, según fuentes consultadas, no admite otra respuesta que la presión policial. "Si los skins se sienten presionados, se debilitan. Si no, se crecen, porque aumenta la sensación de impunidad y ese es el primer paso para que realicen agresiones más graves", asegura un mando policial. El Cuerpo Nacional de Policía llegó a tener hace una década a un grupo especializado en tribus urbanas con un fichero exhaustivo de skins.

Todavía existe el grupo, pero en condiciones casi de hivernación, después de que hace tres años fuese destituido el máximo responsable tras la difusión por parte de la policía de la falsa noticia de la agresión a una joven que habría quedado tetrapléjica al ser golpeada por un grupo de skins en la plaza de Catalunya de Barcelona. Aquel caso fue el detonante para destituir incluso al entonces jefe superior de la Policía de Barcelona, José María Arrebola. Los Mossos d'Esquadra también tienen, desde su creación, un grupo especializado en estos colectivos.

"No son más peligrosos que cualquier otra banda urbana, pero si se baja la guardia pueden llegar a serlo y eso es lo que ha de evitarse", aseguran las fuentes policiales. La presión policial pasa por identificarlos y seguir sus actividades, ya que algunas de las agresiones que cometen no se denuncian y quedan impunes.

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