El Gobierno vincula la cumbre con Marruecos a que cumpla la readmisión de subsaharianos
La visita del presidente Aznar a Rabat está fijada para el 8 y 9 de diciembre
La diplomacia española y marroquí se han puesto, por fin, de acuerdo sobre la fecha de la cumbre entre sus dos jefes de Gobierno, el 8 y 9 de diciembre en Rabat, pero dos escollos, el del Sáhara y, sobre todo, el empeño español en hacer cumplir a Rabat el acuerdo de readmisión de inmigrantes irregulares suscrito hace 11 años pueden aún poner en peligro la reunión, según fuentes de ambos países.
La reconciliación hispano-marroquí avanza a paso de tortuga. Si se respeta la cita que se han dado José María Aznar y Driss Jettu para diciembre habrá transcurrido casi un año desde que, en enero pasado, la ministra de Exteriores, Ana Palacio, viajó a Agadir desde dónde confirmó la vuelta a la normalidad. Ambos primeros ministros anunciaron después, a principios del verano, en Quintos de Mora (Toledo), que la cumbre sería en octubre.
La nueva cita de diciembre depende, en buena medida, del resultado de la visita prometida a Madrid de Mustafá Sahel, el titular de Interior marroquí. Sahel se comprometió, el 29 de abril, a hacer ese viaje "en el plazo de 10 días" para resolver el contencioso sobre la readmisión de inmigrantes.
Rabat reacoge sin dificultades a los marroquíes que llegan sin permisos a España, pero se niega a hacer otro tanto con los demás magrebíes y con los subsaharianos porque, pese a las evidencias, pone en duda que hayan zarpado de sus costas. El 5 de marzo pasado Ignacio González, delegado del Gobierno para la Extranjería, creyó haber marcado un hito cuando sus subordinados le comunicaron desde Málaga que habían alcanzado un acuerdo con los marroquíes sobre la readmisión de subsaharianos.
Su alegría no duró. El 29 de abril constató en Rabat que los marroquíes "se desdecían de lo pactado", según explicó a la prensa. Para apaciguar los ánimos Sahel anunció entonces una visita a Madrid en la que, prometió, el contencioso quedaría superado.
Los marroquíes pueden, a su vez, quejarse de que otro desplazamiento apalabrado, el del vicepresidente primero, Rodrigo Rato, previsto para julio, tampoco se acaba de concretar. Tras los atentados de mayo, el entonces secretario de Estado de Comercio, Juan Costa, se presentó en Casablanca para expresar la solidaridad española con un Marruecos azotado por el terrorismo. Anunció una ayuda financiera de 300 millones de euros que Rato firmaría enseguida en Rabat.
El escollo del Sáhara
Un mes antes de la cumbre hispano-marroquí, el Consejo de Seguridad de la ONU se pronunciará de nuevo sobre el Sáhara Occidental, la ex colonia española en la que recomendó aplicar, en julio, la segunda versión del plan de James Baker. Argel y el Polisario la ven con buenos ojos, mientras que Rabat la rechaza. Tras ese espaldarazo al plan de Baker, el jefe de la diplomacia marroquí, Mohamed Benaissa, arremetió contra España y, paradójicamente, alabó a EE UU. Fue, sin embargo, la presidencia española del Consejo de Seguridad la que contribuyó a matizar el proyecto presentado por Washington, en origen más desfavorable para los intereses marroquíes.
El embajador estadounidense, John Negroponte, someterá, el mes próximo, otra resolución al máximo órgano de la ONU y la actitud de España será vigilada con lupa por Rabat.
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