Hospitalidad en estado puro al pie de la sierra del Sueve
PALACIO DE LIBARDÓN, una quintana asturiana de excepcional relación calidad-precio
A veces, un gesto de bienvenida prevalece sobre cualquier atisbo de perfección en la arquitectura o en la esencia del paisaje. No hay más que verlo en el hotelito que Sandra Cuesta se ha hecho construir sobre los sillares de una quintana asturiana del siglo XVIII al pie de la sierra del Sueve, en el concejo asturiano de Colunga. El silencio instruye sus pasos en la soledad otoñal de Libardón, cuna de aquel gaitero de leyenda que fue Ramón García Tuero, fallecido en 1932, y hoy una aldea perdida sin otra comunicación con el mundo exterior que la de una carreteruca boscosa e intrincada. Varios edificios perfilan la escena: la casa palacio, la casa de los llevadores, las cuadras, la panera, el lagar y una capilla de buena traza en donde los principales se reunían a orar.
PALACIO DE LIBARDÓN
Categoría oficial: tres estrellas. Dirección: Palacio de Libardón, 197. Libardón, Colunga (Asturias). Teléfono: 985 85 40 25. Fax: 985 85 40 35. Internet: www.palaciodelibardon.com. Instalaciones: jardín, salón de estar, biblioteca, bar, comedor. Habitaciones: 2 individuales, 8 dobles y 1 'suite'; todas con baño, calefacción, teléfono y TV vía satélite. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, admite animales de compañía. Precios: habitación grande, 42 euros + 7% IVA; habitación pequeña, 30 euros + 7% IVA; 'suite', 60 euros + 7% IVA; desayuno, 6 euros + 7% IVA. Tarjetas de crédito: Master Card, Visa.
Arquitectura ... 8
Decoración ... 7
Estado de conservación ... 8
Confortabilidad habitaciones ... 8
Aseos ... 6
Ambiente ... 9
Desayuno ... 5
Atención ... 10
Tranquilidad ... 8
Instalaciones ... 6
Con sol o bajo el orbayu, la propietaria en persona sale a recibir al viajero, lo atiende, lo acomoda, alienta su curiosidad con un programa de excursionismo por la zona, y puede que incluso le regale al final de su estancia una planta de aloe vera extraída del jardín. Fiel a sus años de juventud vividos en México, suele hacer gala de una amabilidad tan dulce como el postre de arroz con leche que ella misma sirve en la cena.
Las instalaciones comunes se reducen a un espacio de salón con bar, el comedor, una galería con vistas al mediodía y, por supuesto, el jardín. Un pequeño paraíso natural donde medran sin cuidado las hortensias, las buganvillas y los castaños.
Madera pintada
Distribuidas por las dos plantas superiores, las 11 habitaciones cuentan la verdad de lo que anteriormente fue la casa: techos altos, muros de piedra a la vista, porterías de madera pintada y obra gráfica contemporánea de aderezo en las paredes.
Igual respeto por el pasado reciben los cuartos de baño, a pesar de la ducha-caseta instalada en uno de sus ángulos. Más casera que palaciega, la ambientación de estos espacios obedece al catecismo bien aprendido del hotel rural en versión casonas asturianas. Un movimiento alumbrado por la administración autonómica bajo el lema de la calidad, si bien irregular, de sus establecimientos.
Aquí el desayuno de bufé aprueba por los pelos. O por los frixuelos de Sandra Cuesta, que son la única elaboración de cocina prevista fuera de carta. Golosina autóctona para endulzar el día en la serenidad de los prados, frente a la empalizada rocosa del Sueve, donde habitan los trasgos y los últimos ejemplares de caballos asturcones que se conservan en la cornisa cantábrica.
ALREDEDORES
LA RESERVA NATURAL del Sueve ofrece sugerentes itinerarios de bosque para excursiones y paseos a pie, que Sandra Cuesta, la joven propietaria del hotel, sabrá organizar desde su biblioteca de geografía asturiana.
Más prosaicos resultan los recorridos en coche por el litoral cantábrico, carretera abajo hacia Colunga, en cuyas proximidades se dibujan las playas de la Griega -donde se perciben huellas de dinosaurios-, la Isla, la Espasa, el arenal de Morís y el pueblecito pesquero de Lastres, escalonado sobre el mar.
De nuevo hacia el interior, se puede optar por la visita cultural a la iglesia prerrománica de Gobiendes; gastronómica, al Museo de la Sidra, en Nava; o naturalista, parando en el mirador del Fitu, que ofrece unas vistas prodigiosas sobre la sierra.
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