Un gorrilla en Sevilla
Antes de esto, no estaba seguro de que fueran chantajes; después de todo nunca me habían roto nada del coche. Ahora ya tengo un nombre para esto, léanlo.
El individuo se acercó haciendo grandes aspavientos; se suponía que ordenaba giros de volante para aparcar con precisión. Pero para entonces el coche ya estaba inmóvil y bien aparcado. Me hice el loco: no lo miré. A él debió parecerle una insolencia. ¡Yo no respondo!, rezongó mientras yo me alejaba. Un poco más adelante decidí volver la vista atrás. El tipo estaba doblando relajada y concienzudamente el limpiaparabrisas hasta dejarlo hecho una ese. O tal vez una zeta. ¡Y a mí qué me cuenta, también a mí me han robado la cartera!, respondió a mis requerimientos.
Le seguí los pasos y pude ver que entró en un supermercado. Llamé con el móvil. Agoté hasta cuatro llamadas: los del 092, tan cercanos ellos, tan locales, no contestaron. La Policía Nacional, sí. Llegaron a tiempo, el tipo se creía a salvo dentro. Lo identificaron, un viejo conocido. Tiene que ir a comisaría a denunciar, me dijeron; todo el proceso es muy veloz ahora, con la nueva ley de juicios rápidos. Pero, dije yo, hagámoslo todo aquí. No, no se podía, demasiada velocidad para la ley de juicios rápidos. Me ofrecieron acercarme a comisaría con su coche. Accedí. Por cierto, al tipo aquel no lo "acercaron" a parte alguna. Fue toda una experiencia, el asiento trasero del coche policial. Todo plástico duro, todo insonorizado, mamparas trasparentes, sin manijas, el calor. Mientras yo sudaba, el tipo debía de estar disfrutando del aire acondicionado del supermercado. Sólo era una falta, tal vez leve, no se le podía detener, el tipo tendría que volver a su "puesto de trabajo". Las molestias son para los ciudadanos, no para los gorrillas. Dos horas y varios decilitros de sudor más tarde (en comisaría tampoco hay aire acondicionado) volví a recoger mi maltratado coche. El tipo seguía allí. Me sonrió burlón brindando con el brik de vino. El tipo tenía sed de vino. Pero yo tenía prisa y mucha sed de agua. Y de justicia.
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