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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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El consejo de los científicos

Que el progreso económico y social dependen en gran medida de la ciencia y la tecnología ya lo demuestran los estudios realizados por economistas especializados. Y, sin embargo, la dependencia puede también colegirse por el creciente interés e intervencionismo de los gobiernos en el establecimiento de las prioridades, organización y operación de los sistemas -nacionales o supranacionales- de ciencia y tecnología. De ahí que los comités científicos asesores hayan proliferado en todo el mundo de forma considerable en los últimos años. La Comisión Europea (CE) no ha perdido comba en esta carrera, por lo que se ha dotado de muchos comités científicos de apoyo para sus actuaciones; comités cuyo número en la CE es francamente exagerado, la descoordinación notable y la calidad, variable.

En el campo de la investigación científica y del desarrollo tecnológico, el comisario Philippe Busquin no quiso seguir a su predecesora, cuyos pasos los conocedores recordarán como erróneos, y estableció un nuevo comité: European Research Advisory Board (EURAB) (http://europa.eu.int/comm/research/eurab/index_en.html) con el fin de obtener consejo estratégico en política científica. Dicho comité está compuesto por 45 científicos o gestores de investigación, nombrados a título personal, de lo cuales 20 pertenecen al mundo académico, 20 al mundo industrial y el resto (5) de distinta procedencia. EURAB cuenta con la presencia de cuatro españoles. Su presidenta, la profesora austriaca Helga Nowotny, fue elegida por el pleno del comité.

El primer acierto de Busquin fue aceptar que 40 de los nombres fueran propuestos por organizaciones independientes de la Comisión, reservándose ésta solamente cinco para equilibrios disciplinares, nacionales u otras razones. Ésa es la actitud adecuada si se pretende conseguir consejo independiente y no necesariamente interesado. El segundo acierto fue dotar al comité de independencia en su funcionamiento. Sin embargo, el comité está algo lastrado por la pesada burocracia inherente a la organización de la CE, muy a pesar de la buena voluntad de sus funcionarios.

EURAB, establecido en el año 2001, declaró sus intenciones con rapidez y claridad al asumir que, para una construcción ambiciosa del Espacio Europeo de Investigación, los pilares básicos deberían ser los nuevos descubrimientos, la innovación y la educación. También estableció su régimen de organización en grupos de trabajo que trasladan sus recomendaciones hasta el pleno de EURAB, donde se discuten y se aprueban si hay suficiente acuerdo.

Dos años de arduo trabajo transcurridos desde su creación son suficientes para que podamos preguntarnos acerca de los resultados obtenidos. De momento sólo me atrevería a calificarlos de prometedores. Una de las razones en las que baso mi juicio es que algunos altos cargos de la CE, concretamente los de la Dirección General de Investigación, han prestado atención a los informes elaborados por EURAB y, además, han cumplido con la exigencia del comité de ofrecer respuesta. Es decir, que la CE argumenta por escrito su respuesta a las recomendaciones de dichos informes y a su aplicación. Otra razón sería que la convivencia del mundo académico y del industrial en un mismo comité esta resultando tremendamente enriquecedora. Por otra parte, lamentablemente, EURAB tiene una limitada capacidad de influir en el pesado conjunto de la máquina comunitaria, por lo que -es preciso reconocerlo-, mientras algunas recomendaciones han sido adoptadas plenamente, otras han permanecido estancadas por la escasa flexibilidad y falta de capacidad de la burocracia de Bruselas y, en definitiva, por la compleja gobernabilidad del sistema (que ojalá se simplifique con la nueva constitución).

Hay que decir también que si los miembros de EURAB de algunos países con larga experiencia en la demanda y obtención de consejo científico independiente consideran que queda camino por recorrer, otros miembros procedentes de países donde el sistema de ciencia y tecnología tiene escasa tradición de autonomía -como el nuestro, por ejemplo- pensamos que quizás sería adecuado, y sin que sirva de precedente, copiar y establecer un sistema de consejo científico similar al de EURAB en nuestros respectivos países.

Enric Banda, (secgen@esf.org) es secretario general de la European Science Foundation

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