Tubos de escape
La noticia de que AENA ha insonorizado este año 941 viviendas próximas a Barajas me ha sorprendido mucho y positivamente. Me alegro por los sufridos vecinos de los pueblos cercanos al aeropuerto, porque vivir constantemente oyendo pasar los aviones tiene que ser una tortura.
Me hago cargo porque yo también vivo inmerso en el ruido y, por tanto, pregunto: ¿quién nos insonoriza a mí y a la inmensa mayoría de españoles nuestras casas para no tener que soportar los petardeos constantes de los cientos de miles de motocicletas que circulan libremente por el territorio nacional con esos tubos de escape diseñados especialmente para hacer ruido? ¿Podemos calcular a cuánta gente despiertan esos individuos circulando por las calles de ciudades y pueblos, sobre todo ahora que en verano casi todo el mundo duerme con las ventanas abiertas?
Si las motos vienen de fábrica con silenciador y los gobiernos se llenan periódicamente la boca con aquello de la contaminación acústica y la Ley del Ruido, ¿por qué se permite la venta de esos hiperruidosos tubos de escape? ¿Ha visto alguien alguna vez a la policía parando a una moto por exceso de ruido? ¿Y qué me dicen de los botellones de los jóvenes los jueves, viernes y sábados por la noche en la puerta de tu casa hasta las cuatro y media o cinco de la madrugada, pegando berridos como energúmenos, vomitando u orinando en los quicios de los portales y dejando regado el suelo de cristales rotos, coreando con vítores a los amiguetes que llegan tocando el claxon de madrugada y con el radiocasete a todo trapo?
¿Por qué tengo que aguantar esto y que la policía no me haga ni puñetero caso cuando, atacado de los nervios, la llamo? Todos los habitantes de este país deberíamos exigir que, si nuestros respectivos Ayuntamientos no cumplen las normas y las leyes, que insonoricen nuestras casas.
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