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Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK | La escalada de la violencia

Una mayoría marginada

Los chiíes siempre fueron excluidos del poder en Irak a pesar de representar a más del 60% de la población

Ángeles Espinosa

Los chiíes de Irak se encuentran atrapados en un dilema desde la caída de Sadam: difícilmente pueden ser amigos del enemigo de su enemigo. Su odio hacia el dictador no fue suficiente para que se aliaran con EE UU en una guerra que iba a liberarles de 30 años de opresión. Hoy, la comunidad chií sigue dividida sobre la actitud ante la ocupación.

Los chiíes suponen entre un 10% y 15% de los 1.200 millones de musulmanes del mundo. Los seguidores de esta corriente del islam se extienden desde Líbano hasta India y constituyen la mayoría de la población en Irán (98%) e Irak (60%).

Su historia arranca cuando Husein, el hijo de Alí (yerno de Mahoma), cuestiona al sucesor de éste y trata de recuperar el liderazgo de la nación islámica en el siglo séptimo. Aquel enfrentamiento dividió para siempre a los musulmanes en suníes (literalmente seguidores de la ortodoxia) y chiíes (los partidarios de Alí). Husein fue traicionado cuando intentaba vengar el asesinato de su padre y desde aquella felonía los chiíes han cuestionado la legitimidad de todos los gobernantes de Irak desde el califato abasí. A partir de aquel momento, y a pesar de ser la población mayoritaria, todos los dirigentes políticos iraquíes, desde los otomanos hasta Sadam, han sido suníes. Todos han recelado de que el país albergue los principales lugares sagrados del chiísmo, las tumbas de Alí (en Nayaf) y de Husein (en Kerbala). Durante las últimas tres décadas, la opresión del régimen ahora depuesto les convirtió en los opositores más activos a la dictadura.

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Fueron ellos los que, en febrero de 1991, iniciaron el levantamiento que luego secundaron los kurdos. La represión alcanzó una crueldad que sólo ahora, con el descubrimiento de decenas de fosas, puede calibrarse.

Atrapados en una historia de traición, martirio y opresión, los chiíes de todo el mundo vivieron con gran esperanza la Revolución Islámica de 1979 en Irán. Sin embargo, las circunstancias de su llegada al poder, por primera vez desde el asesinato de Alí en el año 661, hicieron que se les asociara con el extremismo islámico. De ahí que EE UU apoyara la guerra que Sadam lanzó en 1980 contra su vecino persa. Irak se convertía así en el cancerbero frente a la amenaza de que los chiíes iraníes extendieran su revolución a los países vecinos, donde hay importantes comunidades chiíes.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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