_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La voluntad de morir

El enigma de la muerte por mano propia no deja de inquietar a estudiosos y público en general. Varios libros siguen el resbaladizo rastro de sus porqués: 'Historia del suicidio en Occidente' investiga a fondo este fenómeno desde el punto de vista social, literario, artístico o filosófico; 'El Dios salvaje' traza una anatomía de esta misteriosa decisión en la que no cabe la melancolía, y 'Suicidas', que recoge relatos de autores que optaron por esta vía.

Por una extraña coincidencia, de pronto se editan varias obras dedicadas al suicidio. Tras el libro de Ron Brown sobre la iconografía del suicidio, publicado por Síntesis hace unos meses, han aparecido tres nuevas incursiones sobre el tema y, sin embargo, la tasa de suicidios -que yo sepa- se mantiene estable. Sin duda, el darse muerte a uno mismo es uno de esos temas que fascinan a los que intentan hacer que sus vidas parezcan literarias y, en especial, a los neorrománticos y a los romanticistas (a quienes, paradójicamente, jamás se les pasaría por la cabeza la idea de suicidarse); pero no se observa ninguna circunstancia que justifique esta inusitada atención sobre el asunto, como no sea que los editores españoles estén tan preocupados por la gravísima crisis de ventas que atraviesan que quizá fantasean con la posibilidad de protagonizar un suicidio colectivo. En cualquier caso, no parece razonable que, con este tipo de temáticas, vayan a sortear su crisis.

Empecemos por Suicidas, una compilación de relatos de escritores célebres que se suicidaron (aunque alguno hay incluido en la lista del que yo no tenía noticia alguna). El criterio de la selección es, cuando menos, veleidoso, dado que los textos escogidos muchas veces no representan de manera cabal la escritura de quien los firma y, por añadidura, no tienen relación alguna con la forma de morir de su autor. ¿Por qué están allí? Lo más probable es que hayan sido seleccionados porque son lo suficientemente breves como para ser compilados y porque han sido escritos por un suicida. Pues vaya criterio de selección. Por las mismas razones se podría hacer una antología titulada "Pederastas", o "Pelirrojos", o "Culés" (que, por cierto, sería muy nutrida, puesto que hay infinidad de escritores culés). Por otra parte, hay algo de espurio en esta antología: el editor se disculpa en la portadilla por no haber podido contactar con los derecho-habientes de los autores compilados (?), no se menciona copyright alguno sobre los textos y se omiten los nombres de los traductores. Y lo peor: se supone que la condición de suicida hace al escritor autorizado para profundizar en el asunto, cuando el mejor relato jamás escrito sobre el tema de marras A perfect day for the Banana-fish, de J. D. Salinger, no lo escribió un suicida.

La Historia del suicidio en Occidente, en cambio, es un trabajo enorme de investigación donde se examinan todas y cada una de las implicaciones del fenómeno, tanto en su dimensión social como en relación con creencias y costumbres colectivas. Andrés rastrea los primeros testimonios de muertes voluntarias en mitos, ritos religiosos, epopeyas y crónicas antiguas (por ejemplo, recuerda que Gilgamesh, el primer héroe, se suicidó), revisa todas las tradiciones, literarias, artísticas, jurídicas y filosóficas, y reconstruye la siempre ambigua y sinuosa relación con el suicidio que establecen las sociedades, unas veces tolerantes o indiferentes frente al hecho y, otras veces, fuertemente condenatorias, como sucedió durante la hegemonía cristiana en Europa. Ramón Andrés muestra una extraordinaria capacidad para manejar con pericia las fuentes, estudiar las referencias cruzadas entre ellas y proponer hipótesis sobre las diferentes perspectivas que cada época traza con relación al suicidio que, como sabemos, es un acto contra natura -supuestamente, y por esto mismo, el más libre de los actos humanos-. El resultado de su trabajo es sobresaliente. Si acaso, la envergadura del abordaje, tan pormenorizado y, por momentos, algo prolijo, conspira contra el balance final y hace que el libro a veces se asemeje a un compendio de fichas anotadas; con brillantez, pero de manera un tanto doxográfica.

El Dios salvaje, por último, es uno de los ensayos más interesantes, inteligentes y profundos que ha llegado a mis manos en los últimos tiempos. El título (perfecto, sacado de un verso de Yeats) resulta estropeado por el macarrónico subtítulo, donde se traiciona inútilmente el original inglés: A Study on Suicide y se sugiere un sesgo melancólico, a la Pavese, que el libro no tiene. Nada melancólico, Al Álvarez construye una anatomía perfecta del misterio del suicidio, respetando al mismo tiempo su naturaleza como enigma. Porque -merece la pena recordarlo- el suicidio no tiene explicación, y sólo la torpe superstición cientificista se consuela reduciéndolo a la condición de accidente en la etiología de la depresión. Álvarez comienza reconstruyendo la muerte voluntaria de Sylvia Plath con una narración literaria en estilo jamesiano, un texto de sincera piedad, austero y nada truculento, y después busca claves que expliquen esa muerte, examina muchas de las referencias históricas y culturales que se encuentran, con más detalle, en la obra de Andrés, para finalmente concentrarse en los enfoques más sugestivos del suicidio: el de Durkheim y el psicoanalítico, y recorrer la tradición literaria inglesa, que está plagada de hombres y mujeres desesperados. El libro termina con la narración de su propia experiencia como suicida frustrado: un relato sobrio, con ribetes tragicómicos, donde se evita hacer concesión alguna a la mixtificación romántica de la muerte voluntaria.

Absolutamente recomendable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_