Qué vello es vivir
Yo no soy mentirosa. Soy mentirosilla. Eso sí. Durante los 10 primeros años de nuestro ya mítico matrimonio mi santo creyó que carecía de ese vello superfluo que afea el cuerpo de toda mujer. Mantener ese engaño me costaba no pocos sacrificos. Yendo a Paqui (mi depiladora) en secreto, en cuanto que asomaban cuatro pelos, que decía Paqui, déjatelos crecer un poquito más, mujer, que es como mejor salen. Paqui es una filósofa del vello. Mi santo creía que las intelectuales de izquierdas no nos depilábamos. Que había, por un lado, las que llevaban los pelos al vent, a modo de denuncia social, y las que teníamos pelillos simbólicos e íbamos a Paqui más por relacionarnos con el pueblo que por necesidad primaria. O sea, que íbamos a Paqui a nivel antropólogas. Mi santo eso de que una se hiciera las ingles y toda la pesca, eso es que ni lo olía. Y no es que descubriera de un día para otro que yo era una mona vestida de seda, es que después de 10 años, como yo digo, te relajas. Te relajas y decides vivir tu vello superfluo con naturalidad, aceptando las diferentes fases de su crecimiento, desde la irritación inicial hasta esa fase en la que el vello está a punto de decir, aquí estoy yo, y entonces una se rasca en la oscuridad como una mona, que mi santo dice que le despierto. La cosa es que ayer le pido a mi santo que me acerque a Madrid porque tenía hora con Paqui y me dice que por qué no voy a la depiladora del pueblo. Es la típica arrogancia del varón occidental incapaz de ponerse en el lugar del otro. No se da cuenta de que yo a mi Paqui la tengo ley porque sé que lo que ocurre dentro de la cabina de depilación es secreto de sumario. Yo, en la posición pública que tengo ahora mismo, no puedo ir a cualquier depiladora y que mi vello sea vox pópuli, que es lo que le ocurrió a la Pantoja, que una depiladora se fue de la lengua (años ha) y desde entonces circula la leyenda negra de que la Pantoja podría regalarle un postizo facial a Julián Muñoz. Y nada más injusto porque la mujer-mujer española siempre ha tenido vello, que lo diga Juan Luis Arsuaga que es la mayor autoridad en la materia. Es más, he oído por ahí que se dio la problemática de que Vicente Aranda (que es superhistórico) rodando Carmen se encontró con que Paz Vega carecía de vello en sus zonas y estuvieron a punto de hacerle un postizo (¿de la Pantoja?). Pero mi santo dice que personalmente está harto de llevarme a Paqui y que para el año que viene me haga el láser. Es misterioso que mi santo, que no se entera nunca de las innovaciones tecnológicas a nivel cabina de belleza, de pronto sepa lo del láser. Hijo, le digo, qué buenos oídos tienes para lo que te interesa. Pero yo el láser, desde aquí te lo digo: no me lo hago. No me lo hago porque a mí ir a Paqui me compensa, sabe dónde tengo cada remolino, sabe hasta dónde tiene que meterse en dicha zona, conoce mi vello poro a poro. Fíjate si la tengo ley a Paqui que como ella estaba en Benidorm llevo 26 artículos sin depilarme. Menos mal que a nivel calidad literaria eso el lector no lo aprecia. Ayer la llamo y la digo, Paqui, estoy como Karembé, pero ganando infinitamente menos. Y ella me dijo, voy calentando la cera. Eso no se paga con dinero.
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