_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La piara

Manuel Rivas

En el Beaubourg parisino se muestra estos días una reveladora instalación artística. Un paisaje construido con piezas de cerdo. Montañas de jamón, cerros de codillo, campos de costilla. La obra, de Song Dong, se titula La madre tierra. También va camino de instalarse con éxito la gran operación porcina de la Comunidad de Madrid, ese pucherazo retardado. Esta derecha no es nada conservacionista, salvo cuando se trata de subvencionar a la Fundación Franco. La novedad neocon es la máxima impaciencia. Dejarán, no lo duden, espectaculares huellas en el paisaje. Por ahí anda Bush encabezando el movimiento de liberación de las chimeneas, oprimidas por el radicalismo ecologista. Y aquí tenemos, campante en la toma de Madrid, a la vanguardia de liberación del suelo. La piara que se dispone a comer la madre tierra. No cuentan con la estrategia de los árboles.

A los árboles, con la canícula extrema, se les sube el agua a la cabeza. Es su autodefensa. El estrés hídrico. Se le tronzan algunas ramas por el sobre esfuerzo, pero así suelen resistir. Y hay algo curioso en lo que explican los botánicos. Los árboles resisten más y mejor en las ciudades que en el campo. Desarrollan con más coraje esa estrategia del estrés de agua: la re-existencia. Es lo que también llaman la memoria de los árboles. Detrás del árbol urbano, en sus raíces ilustradas, en su melena romántica, hay casi siempre una voluntad de regeneración. Es muy humanista, el árbol urbano. Un poeta con spleen. Ya decía Huidobro que el buen poema se construye de la misma forma que la naturaleza hace un árbol.

Salta a la vista que los árboles hablan y sus historias preferidas tratan de los seres humanos. Por ejemplo, sabemos ahora que cada ¡crash! de rama desgarrada era la onomatopeya de un viejo que caía en soledad y buscaba, como los pájaros de París, la sombra fresca del hermoso y arbolado camposanto de Pére Lachaise. El estrés hídrico de los árboles es una respuesta libertaria a un estrés ambiental, sistemático, que se adueña de todas las esferas de la vida. Un estrés global que tiene como expresión política la pirofilia, el calentamiento permanente, el churrasco del opositor. Ese estrés del poder que es la mentira. Ojalá, en octubre, voten todos los árboles de Madrid. La naturaleza tiene grandes ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_