_
_
_
_
_
Ciencia recreativa / 25 | GENTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que dos tienden a pensar

Javier Sampedro

Los gemelos se han ido animando con los años a compartir sus experiencias por Internet. En www.twinsrealm.com se puede encontrar una amplia lista de sitios web personales, colectivos y listas de correo. Vean, por ejemplo, el testimonio de dos gemelos que son imágenes especulares:

"Somos genéticamente idénticos, pero uno es zurdo y el otro diestro, tenemos problemas dentales en lados opuestos de la boca, uno tiene el pie izquierdo un poco mayor y el otro un poco menor, y los remolinos de la cabeza están cada uno a un lado. Se debe a que el embrión se dividió en dos un poco más tarde de lo habitual en la gemelación. Nuestras aptitudes, sin embargo, no son imágenes especulares. Estudiamos las mismas materias en la escuela y sacamos notas casi idénticas. Nos gustan las mismas cosas, los mismos libros y películas, y tenemos el mismo talento para la música (¡no mucho!), las matemáticas, la ciencia, el arte, etcétera".

También hay muchos testimonios de este tipo: "Mis dos hijas gemelas parecen a veces comunicarse una con otra sin hablar (aunque ellas no se dan cuenta), y es frecuente que una acabe la frase de la otra, o que una responda una pregunta por la otra". Los gemelos, en realidad, se parecen en tantos aspectos de su carácter, su personalidad y su psicología que no sólo hacen pensar cosas raras a los demás, sino que a veces hasta ellos mismos llegan a creer (erróneamente) que se comunican por telepatía.

Los científicos ya han obtenido muchos datos médicos, fisiológicos y psicológicos sobre los gemelos, y cada vez están más interesados en este tipo de estudios, porque son una forma muy fiable de definir cuál es el componente genético de la propensión a cualquier enfermedad. Y también de cualquier rasgo del carácter, de la personalidad y de la mente. El Massachusetts Institute of Technology (MIT) tiene en marcha un ambicioso estudio con gemelos que pretende aclarar las bases genéticas del lenguaje, coordinado por Jennifer Ganger, Kenneth Wexler y Steven Pinker. Tienen ya 150 familias con gemelos apuntadas, y la cifra sube. El proyecto requiere una gran colaboración de los padres, que deben hacer observaciones continuas y muy detalladas del aprendizaje lingüístico de sus hijos. Pero ¿qué padre no hace eso?

Los científicos del MIT esperan encontrar grandes semejanzas entre el aprendizaje lingüístico de los gemelos (genéticamente idénticos) y muchas menos entre los mellizos (que sólo comparten la mitad de los genes, como cualquier hermano). Eso es lo que ha ocurrido hasta ahora con casi cualquier propiedad mental que los psicólogos hayan podido medir, y el lenguaje no tiene por qué ser distinto.

La mejor forma de saber si un rasgo mental medible tiene un fuerte componente genético es comprobar tres cosas: que el rasgo concuerda más entre gemelos que entre mellizos; que si los gemelos fueron separados al nacer y uno de ellos fue adoptado por otra familia, el rasgo del adoptado se podrá predecir mejor mirando a sus padres biológicos que a los adoptivos, y que el rasgo no puede correlacionarse bien con ningún parámetro medible del entorno, como el nivel económico y cultural de la familia.

La lista de rasgos que han superado hasta ahora esa prueba, compilada por Pinker en The blank slate (La tábula rasa. Editorial Viking, 2002) es apabullante: grado de inteligencia verbal, matemática y general; nivel de satisfacción con la propia vida; carácter introvertido, amable, neurótico, calculador y arriesgado (o sus antónimos); lo que uno tiende a pensar sobre la pena de muerte, la religión y la música moderna; las tendencias a apostar en juegos de azar, a divorciarse en serie, a sufrir accidentes a menudo y a no cansarse de ver la televisión, y hasta la costumbre de dar respuestas de 10 minutos a la pregunta "¿qué tal?".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_