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AUTOMOVILISMO | Un día mítico en el deporte español

Baño de 'alonsismo'

Toda Asturias, en las ciudades o las playas, celebra el triunfo del paisano

La magnitud de la gesta de Fernando Alonso se define por las 900 personas que se juntaron en el Auditorio Príncipe Felipe, en un Oviedo vacío en un espléndido domingo de agosto. Allí, convocados por su peña, los más entusiastas vibraron, gritaron, se abrazaron y lloraron con la primera gran victoria de su ídolo. Ése fue el núcleo duro, pero la jornada de sol desperdigó el alonsismo por los bares y los chiringuitos de cualquier playa del Cantábrico asturiano.

En marzo, cuando el horario de los grandes premios y las retransmisiones televisivas condicionaban el seguimiento del debut de Alonso con Renault, los aficionados se reunían obligatoriamente en el auditorio para compartir unas madrugadas excitantes ante una pantalla gigante y sin entender ni papa de la retransmisión de la RTL. Luego, cuando el circo de la F-1 llegó a Europa y Televisión Española empezó a llevar las imágenes a todos los rincones, los más entusiastas encontraron también su punto de encuentro en las instalaciones de un hotel, en el que la Cadena COPE montaba un operativo especial.

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Pero ayer era un día diferente, una rareza en una tierra en la que el sol se cotiza muy caro. El verano está dando sus últimos coletazos y la gente aprovechó el domingo radiante para refrescarse en la costa. Desde Luarca hasta Llanes, pasando por Cudillero, Luanco, Villaviciosa o Ribadesella, todos tenían un ojo en el Cantábrico y otro en Hungaroring. Incluso en Gijón se olvidaron del lugar de nacimiento de Alonso para dejar bien claro que el nuevo ídolo de la región puede hasta con la rivalidad más enquistada.

Pero, por supuesto, nada parecido a lo que se vivió en Oviedo. Quizá alertados por la pole del sábado y por los antecedentes de Alonso en Hungría -fue segundo en F-3000 en 2000- el auditorio acogió a 900 personas y casi 300 el salón del hotel La Gruta. Mil doscientas personas es una multitud en una ciudad como Oviedo, casi paralizada en agosto y fantasmal durante los fines de semana.

Budapest quedaba muy lejos para organizar excursiones como las que convirtieron en una marea azul -los colores de Renault y de la bandera de Asturias- circuitos como los de Mont Meló, en Barcelona, y Magny Curs, en Francia. En Hungaroring, Alonso apenas contó con el apoyo de una veintena de paisanos, casi todos de su otra peña, cuyo nombre cobra ahora todo su sentido: Fernando Alonso Magic.

Al final de la retransmisión televisiva, en Oviedo se celebró el triunfo de Alonso como en otras ciudades las gestas de sus equipos de fútbol: bocinazos, cohetes y baño multitudinario en la fuente conocida como Gabinona por el alcalde que la construyó, Gabino de Lorenzo. Después, los integrantes de la peña improvisaron en un lagar una espicha (comida típica asturiana) en la que corrió sidra a raudales, que ayer sabía a Moet Chandon.

Muy cerca de allí, en el pueblo de Limanes, había una celebración mucho más familiar. Con el padre, José Luis, al lado de Fernando, en Hungría, el resto de la familia Alonso siguió por televisión su victoriosa carrera. Fue un gran día para todos, pero especialmente para su abuela, que vio cómo su nieto le dedicaba su primer puesto.

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