Tarzán español
Si hace unos días hablábamos de los nativos que fingen no entender a los extranjeros, hoy reflexionaremos sobre una actitud curiosa desde el punto de vista lingüístico. Cuando un visitante supera sus complejos y, en un español de pena, se atreve a preguntarnos por un santuario, una pensión o una casa de citas, algunos intentamos ser amables. En primer lugar, hablamos lentamente, lo cual pretende facilitar a nuestro interlocutor la comprensión del mensaje. También vocalizamos exageradamente, supongo que por la misma razón. Lo que ya no resulta tan lógico es que elevemos el tono de voz como si las personas a las que nos dirigimos fueran, además de guiris o extranjeras, sordas. Para completar la comunicación verbal, recurrimos a un tipo de frases cortadas siempre por el mismo patrón: pronombre, verbo en infinitivo y, si se tercia, complemento directo. Hay otra variante: pronombre y complemento directo sin verbo de por medio. Ejemplos: "Usted pagar cuenta" o "Tú, gilipollas".
No me consta que estas formas de expresión correspondan a ningún dialecto peninsular ni que se enseñen en las academias, ni siquiera en las peores del ramo. Sospecho, pues, que se trata de un fenómeno que podríamos denominar Síndrome Tarzán, aunque también afectaba al doblaje de los diálogos entre hombres blancos y pieles rojas de las películas de indios de nuestra infancia. ¿Recuerdan? Fumaban una pipa de la paz que hoy estaría muy mal vista por las autoridades sanitarias y, una vez ciegos, el jefe indio pronunciaba algún profundo pensamiento del tipo: "Tú permanecer en corazón sioux como manantial alimentar tierra". De hecho, es el antecedente del español para móviles, una forma que simplifica el idioma todavía más de lo que propugna García Márquez, martillo de haches sordomudas. Según esta visión cinematográfica de la vida, en África también se habla este singular español. ¿Recuerdan? Los buanas ávidos de colmillos de elefante llegan a la selva con sus escopetas y se tropiezan con una especie de Pocholo en taparrabos saltando de un árbol a otro y comunicándose, a grito pelado, con toda clase de animales irracionales. El individuo, salvaje pero no gilipollas, acaba tirándole los tejos a la chati de la expedición y, a la luz de una luna de anuncio de aspirinas efervescentes, inicia un pour parler con Jane, cuyo vestuario retomó la desaprovechada y extraordinaria Paula Vázquez en La isla de los famosos, aunque en una versión menos recatada. Al estar cerca de Tarzán, Jane no puede reprimir su ramalazo evangelizador y le enseña, además del escote, una frase que incluso la mona Chita escuchó con escepticismo: "Yo, Tarzán; tú, Jane". La frase, sin embargo, ha perdurado más que los discursos de todos los buanas juntos, lo cual invita a pensar que, en lugar de intentar aprendernos los 200 millones de datos que, según Víctor García de la Concha, atesora el banco de español de la Real Academia, no sería mala idea optar por este idioma minimalista pero eficaz a tenor del éxito que obtuvo Tarzán. No así los indios, dicho sea sin ánimo de dar mal rollo, que fueron vilmente exterminados.
Ejercicio del día: traduzca al español Tarzán este aforismo de Pocholo: "Sólo la verdad es sexy".
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