La burbuja inmobiliaria
En los últimos tiempos, la posible existencia de una "burbuja" en el mercado inmobiliario ha generado un amplio debate cuyo punto álgido coincidió precisamente con el escándalo de la Asamblea de Madrid. Sin embargo, no es la burbuja inmobiliaria el mayor ni el único de nuestros problemas. El actual auge constructor que se está produciendo en nuestro país representa un impulso económico anticíclico, basado en la inversión en capital fijo inmobiliario. Esto se puede comparar con los efectos de las tradicionales inyecciones de gasto público keynesiano, con la diferencia de que ahora no es el Estado el que se endeuda, sino las familias en el empeño de acceder a una vivienda digna. Esta fiesta del ladrillo no nos vendría nada mal si no fuese porque dicho impulso inversor no se basa en su mayor parte en el ahorro pasado, sino en el futuro.
Dado que la inversión en vivienda que se produce ahora habrá que pagarla en el futuro, no es aventurado imaginar que, cuando la actividad económica internacional comience a reactivarse, nosotros no dispongamos de "ahorros" para destinarlos a la inversión productiva, y que, aunque esta falta de ahorro pueda compensarse con ahorro exterior, tampoco dispongamos de capacidad para consumir.
Si a todo esto sumamos el efecto de las previsibles subidas de los tipos de interés sobre las hipotecas y los efectos que la carestía del crédito y la amplia oferta inmobiliaria puedan tener sobre los precios de la vivienda, ya tenemos el "pinchazo" de la burbuja que todos tememos, pero si además pensamos en los efectos que puede tener en los balances de las instituciones financieras una caída del precio de las garantías reales de las hipotecas, ya tenemos una crisis, con racionamiento de crédito incluido.
Todo esto podría situarnos en el centro de un serio shock asimétrico dentro de la UE, un problema que el próximo Gobierno no podrá resolver con los instrumentos de política monetaria y fiscal tradicionales, por lo que les hará falta mucha imaginación para compensar la ceguera, la sordera y la irresponsabilidad del Ejecutivo actual.
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