Expulsión en la guardería
Usted tiene un bebé de 19 meses al cual lleva a una guardería privada. Un día en casa le descubrimos al niño en un brazo las señales inequívocas de un señor mordisco con todos los dientes marcados. Pasa un día y allí nadie nos dice nada. Al día siguiente, extrañados, lo comentamos, discutimos y la respuesta fue que nadie había visto nada ni habían escuchado llorar especialmente al niño. Otro día, lo recogemos y al poco rato su madre nota que trae un labio hinchado; llamamos por teléfono y allí, en la guardería, tampoco esa vez tuvo nadie noticias de nada.
Y una tercera vez, al llegar a casa el crío traía el dedo índice de la mano derecha inflamado y con otra importante señal, que en principio achacamos a que se lo había pillado con algo. Alarmados, a punto estuvimos de ir a hacerle una radiografía. Vuelvo a la mañana siguiente, le pregunto a una de las dueñas y hecha un basilisco me dice que ¡cómo se va a haber pillado el niño, que había sido otro mordisco, que ella había estado presente y que se le habría olvidado comentárnoslo! ¡Que allí nadie oculta nada! Discutimos y nos volvimos el niño y yo a casa.
Quince días después, el 31 de julio, un día antes de que cerrara la guardería por vacaciones en agosto, acudo a recoger a mi niño, me reciben las dos codueñas en la puerta y con premeditación y alevosía me dicen: "Queríamos hablar con tu mujer y contigo porque hemos pensado que no trabajamos a gusto con vuestro hijo por la desconfianza que notamos que tenéis hacia nosotras, y en vista de lo cual hemos decidido que no siga el niño el curso que viene con nosotros".
Lo primero es que muchos mordiscos, si no todos, y muchos accidentes son evitables si se está donde se tiene que estar y a los niños se les presta la debida atención. Pero poniéndonos en lo inevitable, reconocemos que son cosas que pueden pasar y no culpamos a nadie. Lo único que pretendíamos, si esa persona supiera escuchar, y aquí está la cuestión, era que alguien, algún responsable, por lo menos, nos informara, nos contara qué le había pasado cada vez a nuestro hijo.
En pocas palabras: a un bebé de 19 meses se le pone en la calle, se le expulsa de una guardería porque a sus padres se les ocurre preguntar por su salud, por su integridad y por sus magulladuras.
Más de uno debería aprender mucho de cómo se trabaja con personas y de cómo funciona un negocio. Todo esto sin menoscabo de las oportunas reclamaciones a que tengamos derecho y que tramitaremos a su debido tiempo.
¡Ah!, se me olvidaba, el nombre de la guardería es Bambi y Flor, y el mío:
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