Los pájaros
Poco antes de su extraña muerte, el pobre doctor Kelly debió de sentirse como Tippi Hedren cuando, en la película de Hitchcock, cientos de pájaros comienzan a agruparse tras ella. Es memorable la tensión que le crea al espectador el ser testigo de la amenaza que la va cercando, mientras que ella, ajena al peligro, fuma y piensa en sus cosas con cierta mirada de ensoñación. Y en cierto modo respiramos cuando por fin gira la cabeza y se da cuenta del terrorífico panorama. Parecida adrenalina y excitación animaban sin duda el 10 de junio a los que sabían lo que se le venía encima a Rafael Simancas en la Asamblea de Madrid. Pero es que sólo tenemos dos ojos, incluso el avispado ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, se olvidó de echar un vistazo a su espalda antes de inclinarse a besar a su amada.
Esta escena de Los pájaros es el resumen de la paranoia en su estado puro. Ni miles de páginas de psiquiatría conseguirían explicarla con tanta claridad. Y también alimenta la inquietante sospecha de que cuando alguien se siente perseguido es porque alguien de verdad le persigue. Yo particularmente a veces noto con un escalofrío cómo multitud de sombras me muerden la espalda, noto empujones como golpes de viento ardiendo, noto ojos acechantes. ¿No han tenido ustedes nunca la sensación de que unas cuantas pajarracas y pajarracos murmuradores se cuelan por los hilos del teléfono y por las rejillas de ventilación de esos despachos donde se podría estar dirimiendo su futuro? El gesto de mirar atrás ha quedado inmortalizado desde los tiempos bíblicos, en que la mujer de Lot fue convertida en estatua de sal por curiosa, como el peligro que entraña querer saber un poco más, no conformarse con lo obvio y necesitar adentrarse en las sombras de lo intuido.
Mientras Tippi Hedren se pasea con el picotazo de una gaviota en la cabeza, la investigación de la Asamblea de Madrid concluye y se abre en Londres la de la muerte del doctor Kelly. Puede que a partir de ahora más de uno al volver la cabeza despreocupadamente se encuentre con su sombra tendida en el bosque de Harrowdown y con la de un niño iraquí sin brazos ni piernas ni familia.
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