Los niños mueren de hambre en la paz
Tras el fin de la guerra no existe un censo oficial que muestre la gravedad de la tragedia que viven los pequeños iraquíes
Fueron el ornato de la propaganda del difunto régimen de Sadam Husein. Los niños del embargo los llamaban: miles de infantes moribundos en los hospitales debido a la escasez de alimentos y medicinas. Tras la liberación siguen ahí, sin un censo oficial que permita conocer la gravedad de la tragedia.
Junto a ellos, los niños de la paz, víctimas de la explosión accidental de municiones iraquíes abandonadas y de los restos de las bombas de racimo lanzadas desde los aviones de los ejércitos estadounidense y británico.
"En las dos semanas posteriores tras el final de la guerra resultaron heridos o muertos 133 niños en Kirkuk; en Mosul, 20 al día. En seis hospitales de Bagdad han tratado entre 80 y 120 casos. Creemos que la cifra total supera los mil casos", dice Geoffrey Keele, jefe de comunicación de Unicef en Irak.
"Las bombas de racimo son las más peligrosas porque sus colores son atractivos"
"La cifra total de niños heridos tras la guerra supera los mil casos"
"Las bombas de racimo [prohibidas por la legislación internacional] sin explotar son las más peligrosas, porque tienen formas y colores atractivos para los críos".
El Ejército de Estados Unidos lleva semanas retirando la basura bélica dejada atrás por las tropas de Sadam Husein. Hace unos días, tras varias denuncias ciudadanas, desactivaron unos misiles iraquíes cuyo manual de instrucciones rezaba así: "Conservar a menos de 24 grados". En el exterior se superan los 48.
En el hospital Al Alwiya no ingresan niños accidentados desde finales de junio, pero los desnutridos ocupan muchas de las 168 camas disponibles. El rostro de Malik Chuaket es translúcido y las piernas delgadas. Los huesos de las costillas parecen salirse del cuerpo. Tiene 13 años, los párpados entreabiertos y una parálisis cerebral. Su padre asegura que los síntomas comenzaron el 25 de agosto de 1991, tras un bombardeo. El doctor Alí comenta en un aparte: "Puede ser, pero existe una predisposición en el paciente. En la primera fase es curable; en este caso nada se puede hacer".
El 70% de los infantes fallecidos antes de la invasión se debía a dos causas: infecciones respiratorias y diarreas. En 1989 morían 51 de cada mil menores de cinco años. En 1999 la cifra alcanzó los 131 fallecidos. La malnutrición, que en 1996 mataba a un 12% de esos niños, se redujo en 2002 a un 4%, pero en la posguerra ha subido al 7%. "La mejora se produjo con la puesta en marcha del Programa Petróleo por Alimentos. Pero el régimen de Sadam ocultó los datos, porque iban en contra de sus tesis oficiales", afirma el jefe de comunicación de Unicef.
Murtada Maen cumplió los cinco meses y pesa menos de cinco kilos. "Lo normal serían ocho o diez", susurra Alí al oído. Sania, la madre embutida en un chador negro, observa con tristeza a Murtada. "Al nacer pesó tres kilos. Después llegó a los seis, pero desde hace 25 días sufre diarreas y se ha quedado así", afirma. "Es malnutrición severa. Nunca se sabe cómo pueden evolucionar, depende de su reacción a los fármacos. Ingresó en el hospital hace ocho días. Hemos perdido dos semanas que pueden ser decisivas", dice el doctor Alí.
Abdala Husein dirige Al Alwiya, uno de los centros médicos de Bagdad que se libraron del saqueo. En él trabajan 26 médicos y 75 enfermeras. "Antes de 1990 no teníamos malnutrición". El director contradice las cifras de Unicef y sostiene que la tasa de mortalidad no ha dejado de crecer. Esgrime un folio del Ministerio de Sanidad del régimen depuesto. Pero incluso en esos datos, quizá manipulados, se admite un ligero descenso en febrero de 2002. "Irak era un modelo. Había una gran inversión social. Todo se detuvo en 1985, en medio de la guerra con Irán. Desde entonces el Gobierno no ha construido una escuela", dice Keele.
Rabah Jalid tiene dos meses y pesa dos kilos. Padece malnutrición y disfunciones en los pulmones, corazón y riñones. Es hermafrodita. "Ingresó hace diez días. Se trata de un caso rarísimo y sus posibilidades son nulas". La madre estira el cuello para auscultar las noticias. "Es posible que ella o el marido trabajen con productos químicos", explica Alí. Pero ella asegura que su marido es pocero y ella ama de casa, y que el segundo de sus tres hijos murió por problemas coronarios. Se han hecho pruebas y no han hallado nada anormal. Jalid parece una miniatura con la cabeza apoyada en un cojín multicolor. Tiene el ojo izquierdo tapado y con el derecho persigue el movimiento del flash de la cámara.
El director Husein afirma que la malnutrición ya es "crónica en Irak" y que se necesitará tiempo para acabar con ella. "La alimentación deficiente, la escasez de luz, el agua potable de mala calidad, las dificultades económicas y la falta de prevención generan malnutrición. Tras la guerra, las causas siguen allí".
Cuando el director toma confianza con el extranjero y se relaja, admite que en el régimen anterior se daban paradojas que confirman la utilización de la tragedia: "A veces, la primera noticia de la televisión eran los niños desnutridos. Pero en la segunda se veía a Sadam inaugurando uno de sus palacios".
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