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Reportaje:

"Fue un infierno en 5 minutos"

En Vila de Rei, al noreste de Lisboa, sólo se ha salvado de las llamas un 5% de los montes

Es difícil encontrar el 5% de área no quemada en el municipio de Vila de Rei (150 kilómetros al noreste de Lisboa). Todas las montañas verdes del municipio han desaparecido. Todo es negro. El suelo y el cielo. Cenizas de un lado y mucho humo del otro. 40 grados al mediodía, pero el sol sólo se adivina, porque la bruma oscura no lo deja asomar.

Vila de Rei, en el distrito de Castelo Branco, es el municipio más afectado por los incendios de la última semana. Pero es también el municipio que más ha sufrido con los fuegos desde que hay memoria. Los dos mayores incendios de los últimos 20 años se registraron en este municipio. El primero empezó el 19 de julio de este año y destruyó la mayor mancha de pino bravo de Europa. El segundo se activó una semana después, y sólo ayer se consiguió controlarlo. Hace 15 años, el 80% del municipio había sido ya calcinado.

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"En 25 años de trabajo nunca viví nada tan dramático como en la tarde de ayer, en Amêndoa", afirma el segundo comandante de los bomberos locales, Manuel Azevedo. Amêndoa, a seis kilómetros del centro de Vila de Rei, está situado en el corazón de la sierra, con una vista abierta a profundos valles. Un remolino de viento hizo entrar las llamas dentro del pueblo en la tarde del lunes y dejó huellas por todas partes: en los jardines quemados, en las casas manchadas de negro y en las piernas heridas de Filipe, de 27 años. "En cinco minutos fue el infierno. Se formaron lenguas de fuego mucho más altas que las casas y se metieron por todas partes. Salía fuego del cielo, del suelo. Sólo me acuerdo de los gritos que se oían por todas partes".

Filipe y sus dos primos, Rui y Pedro, no viven en Amêndoa, pero las sucesivas tragedias causadas por los incendios en años anteriores les hicieron abandonar Lisboa, en la tarde del domingo, tras una llamada de la familia. "Dejé todo y vine. Llevábamos ya una hora y media luchando contra el fuego cuando llegaron los bomberos", afirma Pedro. Un 60% de la población de este municipio son ancianos. Ante la falta de medios profesionales para defenderlos, han movilizado a sus familias, que viven en las ciudades, para luchar contra los incendios. "Muchas veces hay que recurrir a la fuerza. Los ancianos quieren llevarse a sus animales, se meten en tanques de agua y prefieren morir a seguirnos".

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