PAÑOS HÚMEDOS PARA LA PIEL DEL BELLO 'DAVID'
La limpieza de la colosal estatua de Miguel Ángel, ideal de belleza masculina, ha desatado una ácida polémica entre expertos de arte, con un colofón de enfrentamiento sobre la propiedad de la obra entre la alcaldía de Florencia y el Estado italiano.
Cuando el ministro italiano de Cultura, Giuliano Urbani, dio luz verde hace unas semanas al método "húmedo" para afrontar la limpieza de la estatua del David de Miguel Ángel, seguramente lanzó un suspiro de alivio, convencido de haber resuelto una de las polémicas más agrias del verano. Urbani ignoraba que los enfrentamientos desatados entre dos escuelas de restauradores, que a punto ha estado de terminar en los tribunales, era sólo el preámbulo de otra batalla, esta vez política, entre la región de Toscana y su capital, Florencia, por "recuperar
" los tesoros de la cuna del Renacimiento. La intervención de Leonardo Domenici, alcalde de centro-izquierda de Florencia, que ayer reclamó el control de las "joyas renacentistas" de su ciudad y el derecho a pronunciar la última palabra en el contencioso sobre la limpieza del David, puede abrir un nuevo capítulo en una disputa que ha enfrentado durante meses a expertos y medios de comunicación.
¿Qué hay de apasionante en la limpieza del 'David' que la ha convertido en un 'culebrón'?
Una guerra fratricida por salvar la piel del David, esculpido en 1504, y sometido durante siglos a las inclemencias del tiempo y a los desastres de la historia. ¿Puede el interés por la salud de una estatua desencadenar una polémica tan apasionada? Sí, si el país afectado es Italia, y la ciudad Florencia, cuna del Renacimiento, y cuyo patrimonio artístico está sometido a la vigilancia puntillosa de instituciones y expertos que, a menudo, residen en las colinas de la Toscana. Pero, ¿qué hay de apasionante en la limpieza del David que la ha convertido en un culebrón?
Todo empezó el año pasado, cuando el máximo responsable de la conservación del arte florentino, Antonio Paolucci, decidió poner manos a la obra a la limpieza de la escultura, instalada desde 1873 el vestíbulo de la Galería de la Academia, en Florencia. Consciente de lo delicado del tema, Paolucci pidió informes a los más reputados expertos antes de encargar la tarea a una restauradora, Agnese Parronchi, conocida en el mundillo artístico por el excelente trabajo realizado en otras obras de Miguel Ángel Buonarroti. Lo malo es que, como suele ocurrir, la opinión de los expertos no fue unánime. La directora de la Academia, Franca Falletti, propuso una limpieza húmeda, a base de emplastos de celulosa y agua destilada, basándose en un informe del denominado Opificio de las Piedras Duras, un instituto oficial especializado en la restauración de obras de piedra que, durante 11 meses, analizó la situación del David. Un método rechazado de plano por la restauradora Parronchi, que había realizado ya su propio análisis, mediante 360 gráficos digitales de la obra, a partir de los cuales concluía que bastaba una limpieza en seco, con cepillos suaves para remover la suciedad acumulada en los poros del mármol.
En apoyo de Parronchi acudieron 39 especialistas internacionales, entre ellos James Beck, influyente historiador del Arte, profesor de la Universidad de Columbia y presidente de la organización ArtWhatch Internacional, que ha pedido a Paolucci la paralización de la limpieza
asegurando que la obra no la necesita. Cristina Acidini, directora del Orificio, arremetió en Il Corriere della Sera contra los partidarios del método seco, por haber calificado la solución húmeda de "agresiva" y "abrasiva". Según Acidini, el método seco está lejos de ser inocuo aparte de ser ineficaz en la eliminación del yeso depositado en los poros de la escultura. La Parronchi, sin embargo, defendió hasta el final su método seco, considerando que bastaría para extraer la suciedad de los poros. La tensión entre ambas escuelas se saldó en julio con la dimisión de esta última restauradora, sustituida por otra experta partidaria del método húmedo que iniciará la limpieza en septiembre.
En sus casi cinco siglos de vida, el David no había recibido nunca un trato tan delicado. Para empezar, el mármol de Carrara en el que fue esculpido llevaba 40 años a la intemperie, en el patio del Duomo de Florencia, cuando el artista decidió dar vida a la estatua de cuatro metros de altura. Admirado o no, el colosal efebo sufrió las consecuencias de la vida a la intemperie, porque fue colocado en la plaza de la Señoría, testigo de revueltas sangrientas y motines. En 1527, en uno de estos altercados, perdió un brazo. Aun así, y en eso hay que reconocer una parte de razón a los expertos internacionales, los principales daños a la estatua los produjeron las dos restauraciones realizadas en el siglo XIX. En la primera, con fecha de 1810, la estatua fue cubierta de cera sin mayor razón. Los intentos de retirar este material llevaron a los expertos, en 1843, a limpiar la estatua con ácido clorhídrico, que se llevó por delante la pátina natural aplicada por Miguel Ángel. El David fue víctima de otro ataque, en 1991, cuando un artista perturbado, Pietro Cannata, le propinó un martillazo que pulverizó uno de los dedos del pie izquierdo. Después de tantos avatares, poco queda de la textura original en la piel del David que admiran los turistas. Y sin embargo, es ahora cuando se la disputan ferozmente restauradores, expertos y políticos.
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