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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperanza para el Sáhara

El Consejo de Seguridad ha aprobado por unanimidad, bajo presidencia española, la menos mala y más posibilista de las soluciones para el Sáhara Occidental. El reformado Plan Baker, tras el que Washington ha puesto todo su peso, es, pese al rechazo inicial marroquí, una esperanza fundada para culminar la descolonización más importante pendiente en la ONU y el asunto más peliagudo de la agenda exterior española. Prevé elecciones autonómicas en el territorio en 2004, seguidas cuatro o cinco años después por el eternamente pospuesto referéndum de autodeterminación. Será entonces cuando los habitantes del disputado desierto elijan entre independencia, la prolongación de su autonomía tutelada o su integración en Marruecos.

El texto del Consejo, pulido pacientemente en su lenguaje para ganar la aceptación de todos, no impone nada a las partes y condiciona el final de la pugna a un acuerdo final entre Marruecos y el Polisario. Es decir, no garantiza la resolución del conflcito, pero da a cada parte algo de lo que deseaba y es una base sólida para la negociación.

La posición de España, que hace dos años bloqueaba el primer plan de James Baker, se ha visto ahora favorecida por el giro estadounidense desde posiciones inequívocamente promarroquíes a otras más receptivas a las tesis argelino-polisarias. Este acercamiento, unido a la debilidad del Polisario y al deseo de Argel de normalizar sus relaciones con Rabat, está en la base de la aceptación por el frente saharaui de un plan al que hace poco se oponía enérgicamente. Francia, abogada hasta el último minuto de los intereses marroquíes, ha entendido que ante una votación inequívoca carecía de sentido mantenerse en una posición de aislamiento.

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Marruecos, que dirige sus flechas contra Madrid y no contra Washington, considera la resolución como una mera puerta hacia nuevas negociaciones, pero será responsable ante la comunidad internacional si finalmente no se siente obligado por un acuerdo unánime del Consejo de Seguridad. A medio plazo, sin embargo, todo favorece sus tesis. Si bien las elecciones del año próximo deben hacerse con un censo propicio al Polisario (aunque la autoridad resultante no tendrá poderes sobre seguridad, defensa y política exterior), el del teórico referéndum sobre el estatuto jurídico definitivo de la antigua colonia española favorecería ampliamente al reino alauí. Pero Rabat, aferrado a su tesis de que los casi 300.000 kilómetros cuadrados ricos en fosfatos y quizá en petróleo son parte de su territorio nacional, no quiere ni oír hablar de una consulta que podría alumbrar un nuevo Estado en África.

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