Aernout Mik recrea la fragilidad humana en diez videoinstalaciones
Caixafòrum presenta una retrospectiva de la obra reciente del artista holandés
Será la falta de sonido o la actitud como ausente respecto a su destino y al de los demás de la gente que aparece en las imágenes, pero hay algo opresivo en las videoinstalaciones del artista holandés Aernout Mik (Groningen, 1962), que hasta el 14 de septiembre pueden verse en Caixafòrum de Barcelona. Mik alude en sus obras, siempre de forma ambigua, tanto a la fragilidad humana como a lo equívoco de las imágenes de los medios de comunicación.
Una de las videoinstalaciones más impactantes muestra a un grupo de gente subiendo una escalera mecánica mientras a su alrededor se desmoronan las paredes. ¿Un terremoto? Ligeros alborotos, pero sin pánico. No se sabe muy bien qué pasa, pero las paredes, también las de la sala, se mueven. Y, efectivamente, esta videoinstalación, titulada Organic Escalator (2000), lleva incorporado un habitáculo con paredes con ruedas que hacen que la pantalla se dirija hacia el espectador, lo que acentúa la sensación de caos.
"Quiero que la gente tenga una experiencia doble, la del vídeo y la de la sala", explica Aernout Mik. "Una sala de exposición es un espacio social y público en el que la gente se reúne y deambula. En esta exposición, las videoinstalaciones funcionan en realidad como una sola obra porque he intentado crear un único paisaje de manera que las piezas se mezclan y la experiencia del visitante es más compleja. Me interesa que mire no sólo el vídeo, sino que esté atento también a lo que ocurre en la sala". Para Mik, que considera que "el espacio público ha desaparecido porque se ha privatizado y convertido en un espacio controlado y "seguro", es importante que el visitante se considere parte de la exposición y se fije, tal vez, en cómo se reproducen en la sala las relaciones sociales distantes y ausentes que abundan en sus vídeos.
En las 10 videoinstalaciones que se presentan, realizadas entre 1996 y 2002, aparecen grupos de personas que no parecen tener demasiada relación entre sí o, si la tienen, es de carácter conflictivo. Es el caso de Kitchen (1997), en la que primero dos y después tres ancianos juegan a pelearse como si fueran niños. En la misma sala, Glutinosity (2001) ofrece una imagen más violenta, aunque finalmente tampoco nada queda claro. Aparentemente, se trata de un grupo de manifestantes que están siendo detenidos por la policía, pero al poco rato algunos policías también son detenidos y unos manifestantes ayudan a los policías.
Según Marta Gili, comisaria de la exposición, Mik "es uno de los artistas más singulares del momento", trabaja con la ambigüedad, la ironía y la ritualización del espacio expositivo. Para el artista, su trabajo se relaciona casi más con la escultura que con el cine, aunque sus vídeos parecen fragmentos congelados de una película de la que el espectador reconoce algunos códigos -por tratarse de imágenes que recuerdan escenas cotidianas o imágenes mediáticas- pero desconoce el guión. "Es como un sueño en el que recuerdas una acción, pero no acabas de situarla y tienes que hacer el esfuerzo una y otra vez porque no acabas de recordarlo todo".
Las instalaciones se presentan a través de retroproyecciones de vídeos que se repiten en loops de unos 20 minutos sobre unas pantallas situadas a baja altura. Dos piezas se presentan fuera de la sala, una en el acceso del aparcamiento y otra en unos sofás en el vestíbulo de acceso a la Mediateca.
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