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Columna
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La costa

Cada a año, cuando se acerca el verano, surge el problema de nuestra bien grande costa que está para echarse a llorar. Este año han anunciado pactos políticos para la conservación del litoral, pero debe quedar poco que conservar.

En Sevilla, como no hay ese problema no se le hace mucho caso hasta que los veraneantes se van a las playas de Huelva o de Cádiz y no reconocen el camino porque las construcciones avanzan y avanzan sin cesar. Pero me imagino que no nos importa mucho. Si aquí estamos acostumbrados a que los solares se aprovechen con grandes edificios que suben altaneros y encajonan a todos los de su alrededor, por qué nos vamos a preocupar por lo que ocurra en la playa. Se protesta un poco al llegar y se acomoda uno lo mejor posible.

¿Cuáles son las ventajas de una buena costa, una costa como debe ser? Pues el prestigio del país o la autonomía o la ciudad con una imagen seria y responsable; la afluencia de turismo caro, y, desde luego, la estética, esa palabra que para muchos tiene el mismo significado de la ética. Yo dudo mucho de esa equivalencia, pero de lo que no cabe duda es de que es a base de amor a la naturaleza, de responsabilidad y firmeza como se puede conseguir conservar en buen estado los trozos de litoral que queden vírgenes o poco o bien urbanizados.

No es ninguna utopía porque se sabe de muchos lugares en donde lo han conseguido y que incluso han echado abajo casas que rompían la armonía del entorno y la legalidad vigente; pero en las playas a las que van la mayoría de los sevillanos eso es impensable.

Alguna que otra queda más o menos escondida y tranquila, pero es cuestión de tiempo, el día menos pensado hacen una buena carretera y se inunda aquello de bloques y adosados. Incluso en una urbanización bien hecha levantan de repente una enorme mansión de varios pisos y se quedan tan panchos. El permiso se consigue, el arquitecto está dispuesto a llevarlo a cabo y el dueño se queda orgulloso de su poderío. Cada uno hace lo que le da la gana y no hay pacto que valga.

No sólo en esta ciudad se valora tan poco a la naturaleza. Al fin y al cabo así somos y así estamos todos tan contentos.

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