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AGENDA GLOBAL. | ECONOMÍA
Columna
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La cara oculta de la prosperidad

Joaquín Estefanía

LIBERIA NO FIGURA en el listado de los 175 países de todo el mundo en el que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) analiza el Índice de Desarrollo Humano -una medida que resume las tres dimensiones del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, recibir educación y tener un nivel de vida digno-, correspondiente al año 2003. Sí aparece en el mismo su vecina, Sierra Leona, en el último lugar, rodeada de países africanos subsaharianos.

Liberia, fundada en 1847 por un grupo de esclavos negros procedentes de EE UU, que hicieron el camino inverso, aparece ahora en los medios de comunicación al padecer una cruenta guerra que diezma su población, aquejada al mismo tiempo de problemas de supervivencia: sin alimentos ni agua. Los representantes de las ONG que trabajan en territorio liberiano piden una intervención de EE UU para que lidere una fuerza de interposición internacional. Si en toda coyuntura habría surgido esta demanda, mucho más en la que estamos viviendo: Bush acaba de hacer una gira por distintos países africanos predicando la buena nueva de más ayuda estadounidense, y, además, en el extremo, hay pocas diferencias teóricas entre la situación en Irak y la de Liberia, dado que ya conocemos que la existencia de armas de destrucción masiva y las relaciones con el terrorismo de Al Qaeda eran excusas que ocultaban un objetivo más noble: liberar a Irak de la tiranía de Sadam Husein. ¿Por qué no librar a Liberia de la tiranía del señor de la guerra Charles Taylor?

Los años noventa, los de la 'nueva economía', el crecimiento económico y la burbuja bursátil en EE UU, fueron una década de desesperación para otros muchos países. Más de 50 son ahora más pobres que en 1990

Liberia ha servido, como parte de África, para manifestar la cara oculta de la prosperidad en el mundo. El planeta no se compone sólo de las economías de EE UU, UE y Japón, sino del otro mundo. El informe de situación que incorpora el recientemente conocido Informe sobre desarrollo humano 2003, del PNUD, aporta, entre otras, estas tendencias:

- Más de 1.000 millones de personas luchan todavía en el planeta por sobrevivir con menos de un dólar al día. La mayoría de ellas no tiene acceso a los servicios de salud básicos ni al agua potable.

- Uno de cada cinco niños, en todo el mundo, no termina la escuela primaria. Un niño de África subsahariana sólo tiene una posibilidad entre tres de terminar la escuela primaria. Y uno de cada cuatro niños en edad escolar de Asia meridional no recibe educación.

- Casi 800 millones de personas, el 15% de la población mundial, pasa hambre crónica.

Para muchos países, los años noventa (los de la nueva economía, el enorme crecimiento y la burbuja bursátil en EE UU) fueron una década de desesperación. Alrededor de 54 países son ahora más pobres que en 1990. En 21 países se ha incrementado el porcentaje de personas que pasan hambre. Pocas veces se habían producido anteriormente semejantes retrocesos en las tasas de supervivencia. A esta situación, llamémosle estructural, se ha unido la crisis económica: no sólo son más pobres estos países, sino que sus tasas de crecimiento son terriblemente bajas. En la década citada, 125 países registraron una media de crecimiento de ingresos per cápita inferior al 3%, y en 54 de ellos los ingresos medios per cápita descendieron. Veinte son subsaharianos, 17 pertenecen a Europa oriental y a la antigua URSS, seis a América Latina y cinco a los Estados árabes.

El economista Jeffrey Sachs, redactor del informe de este año del PNUD, ha recordado que los países ricos se han comprometido -la última vez en la cumbre de Evián del G-8- a proporcionar más ayuda financiera, que actualmente sólo supone un 0,2% de su ingreso nacional (EE UU está a la cola con un 0,1% de su PIB: 10.000 millones de dólares de ayuda de un ingreso nacional de 10 billones de dólares), pero dirigida sólo a países pobres con buena gobernabilidad, una Administración pública honesta y reformas económicas. Sería oportuno que los países ricos donantes también cumplieran estas condiciones.

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