_
_
_
_
Crónica:CAMPEONATOS DEL MUNDO DE NATACIÓN | Una impensable final de los 100 metros mariposa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Maracanazo

El estadounidense Crocker protagoniza una sorpresa impensable al batir a Phelps y lograr un grandioso récord mundial

Santiago Segurola

Los Mundiales de natación tuvieron ayer su maracanazo particular, la traslación al agua de lo que significó la victoria de Uruguay frente a Brasil en 1950. Aquel partido estableció la conquista del imposible en el deporte, y su recuerdo permanece inalterable para los aficionados que creen en el valor de la aventura, en la capacidad para enfrentarse y vencer cualquier obstáculo, por gigantesco que parezca. Qué otra cosa que un maracanazo fue la victoria del estadounidense Ian Crocker sobre su compatriota Michael Phelps, el fenómeno que había puesto los récords del mundo en límites siderales. En una prueba que produjo la perplejidad y, por qué no, el entusiasmo en el Palau Sant Jordi, Crocker derrotó al hombre que jugaba en casa, pues Phelps salía a récord por carrera en Barcelona. Estaba en su piscina como Brasil estaba en Maracaná cuando sufrió aquella afrenta inolvidable. Y perdió frente a un rival de prestigio, pero a quien nadie veía en condiciones de superar al marciano. No sólo le ganó, sino que aplastó el récord del mundo con una marca que es digna de una buena carrera de crol. Sus 50,98 segundos serían la sexta mejor marca española de todos los tiempos en el nado libre. Por tanto, hubo algo más que una sorpresa colosal. Crocker fue el Beamon del 8,90, la marca que definió al hombre fuera de los límites conocidos. Otra cosa es que Phelps, en su deseo de venganza, ataque el récord cualquier día y lo deje donde suele poner las marcas: fuera del alcance de los demás.

Su parcial (23,99 segundos) en la pared de los 50 metros fue apoteósico
Más información
Los secretos del zar
El 'viejo' Popov impone su ley
La gran decepción de David Ortega
La bella recupera el trono

La prueba no tenía aparentemente más dueño que Michael Phelps, por lo que hizo en las semifinales y por lo que había logrado en los días anteriores. Nadie se había atrevido a molestarle en su cacería de récords. Crocker parecía un simple actor de reparto, aunque su trayectoria es excelente. Con 17 años fue segundo en los Juegos de Sydney, con el mérito añadido de las dificultades que encontró para cuajar como nadador. Estados Unidos, el país de las piscinas, no tiene ninguna tradición de nadadores en el pequeño estado de Maine, en el noreste del país, al borde de Canadá, donde las temperaturas bajan hasta los 20 y 30 bajo cero en invierno. No es el clima para nadar, ni para construir piscinas. De Portland (Maine) es Crocker, 21 años, 1,93 metros, estudiante en la Universidad de Texas. Ahora puede prepararse con los Longhorns -nombre que se da a los deportistas de su universidad- en estupendos centro acuáticos, con todas las comodidades que necesita. Pero hasta los 18 años, Ian Crocker no podía nadar en una piscina olímpica. No había ninguna en Maine. Se preparaba en pequeños vasos de 25 yardas, donde pulía su estilo de mariposista en condiciones dificilísimas. Nunca se había visto un nadador olímpico procedente de Maine, cuya mayor gloria ha sido Joan Benoit, vencedora en el maratón de los Juegos de 1984.

Crocker consiguió un puesto en el equipo olímpico de Sydney, ganó la medalla de plata en 100 mariposa, se trasladó a Texas y padeció la eclosión de Phelps. Estaba destinado al papel de segundón. Salió de las semifinales con el tercer mejor tiempo, lejos de su célebre compañero. Imposible pensar en una sorpresa, no cuando Phelps está por medio. Pero Crocker se jugó la vida. No se dejó intimidar por su compañero ni por nadie. Su parcial (23,99 segundos) en la pared de los 50 metros fue apoteósico. La estampida pilló distraído a Phelps, que fue séptimo en la primera mitad de la prueba, a seis décimas de Crocker. Se sabía que regresaría convertido en un vendaval y se pensaba en un Crocker víctima de su impetuosa puesta en escena. Pero ocurrió lo impensable. El formidable arreón del joven fenómeno americano fue resistido por su compañero, que entendió la naturaleza de la carrera. Estaba ante el momento cumbre de su vida y no iba a ceder. A Phelps le faltó piscina y a Crocker le sobró determinación. Lanzó sus manos contra la pared y se giró para situarse frente a la pantalla gigante. Con gesto de incredulidad, lo que vio fue su proeza ante el nadador que se antojaba invencible. Así se escriben las grandes historias del deporte, con maracanazos como el que protagonizó Ian Crocker.

El estadounidense Ian Crocker, exhausto tras romper los pronósticos en la final de 100 metros mariposa.
El estadounidense Ian Crocker, exhausto tras romper los pronósticos en la final de 100 metros mariposa.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_