Los secretos del zar
La pasada final de 100 metros libre, ganada por Alexandre Popov, demostró cómo el dominio de todos los componentes técnicos de la natación es una exigencia necesaria para conseguir resultados extraordinarios. Uno puede sorprenderse cuando observa a Popov y comprueba cómo su tiempo de despegue del poyete no es el más corto de los participantes en la final, 0.85 segundos frente a otros nadadores que llegan a saltar en menos de 0.70. Son numerosos los estudios que demuestran que este tiempo no se relaciona ni con el resultado final de la prueba ni siquiera con el total de la salida medida en 10 ó 15 metros.
Este tiempo sólo depende del tipo de salida que se realiza. Y a veces, acortarlo demasiado sólo supone saltar antes, pero no hacer una salida más rápida. Para aplicar una fuerza suficiente es necesario tiempo. Y de esa manera se consigue más impulso. Esto lo consigue Popov a la perfección: logra que su centro de gravedad se mueva a más de 5 m/s (20 km/hora) en el despegue del poyete. Esto también lo consiguen otros nadadores, pero el problema real se produce durante la entrada del cuerpo en el agua. Cómo traducir esa velocidad en el aire a velocidad en el agua es algo que no todos los nadadores resuelven con la misma elegancia que Popov.
Dos son los aspectos fundamentales para conseguirlo. Primero, introducir el cuerpo por una zona lo más pequeña posible. Y segundo, sincronizar un movimiento ondulatorio del cuerpo durante la entrada para que realice su desplazamiento subacuático horizontalmente. Éstos son problemas que el nadador holandés Van den Hoogenband no ha sabido resolver y lo paga: a pesar de llegar primero a los 5 metros, luego, ya en los 7,5, Popov le ha superado.
Si a eso unimos que Popov se mantiene bajo el agua hasta los 12,5 metros realizando siete movimientos ondulatorios (incluyendo el de la entrada en el agua descrito antes), se explican las diferencias entre ambos nadadores en la salida. Yéste, la salida, es un factor clave en las pruebas de velocidad donde el oleaje que produce el que nada por delante puede perjudicar a los que se desplazan a los lados hasta convertirse en una barrera insuperable.
En los virajes el problema es un poco diferente: el nadador debe preocuparse de la olas que deja él mismo tras de sí. Si después del impulso en la pared el nadador emerge demasiado pronto se encuentra con su propia ola, que produce un brusco frenazo en su velocidad de desplazamiento. Esto afectó a Van den Hoogenband en la final del jueves por su rápida emersión. Popov, sin embargo, pasó por debajo de sus olas al emerger a más de 6 metros de la pared, con lo que su velocidad se redujo en menor grado tras el viraje.
Esta estrategia es también utilizada por Thorpe, con lo que recupera distancia en relación a sus competidores en el último largo de la prueba. Estas diferencias en la salida y en el viraje entre un nadador y otro a veces son mayores que las que existen en la fase de nado. Y explican realmente la diferencia de rendimiento entre uno y otro, tal como ocurrió en la final de 100 metros libre. Y como ocurrió ayer en los 50, cuando Popov volvió a utilizar su extraordinaria salida para ser nuevamente el mejor.
Raúl Arellano es profesor titular en la Universidad de Granada.
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