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La batalla del baloncesto europeo contra el americano

Los clubes, desamparados ante la fuga de talento a las universidades estadounidenses sin obtener nada a cambio, trasladan su preocupación a la FIBA y se replantean sus modelos de cantera

Aday Mara de los UCLA Bruins
Jordi Quixano

El 1 de julio de 2021 cambiaron las reglas del baloncesto mundial con los acuerdos NIL (Name, image and likeness). Ese día, Estados Unidos, tras una década de presiones legales y políticas, decretó que los atletas universitarios podrían beneficiarse económicamente vendiendo sus derechos sobre el nombre, la imagen y la semejanza a través de marcas y compañías. Ya no renunciarían más a esos derechos como parte de los términos de la firma de sus acuerdos de beca. O, lo que es lo mismo, se daba un trozo del pastel a los protagonistas del deporte universitario estadounidense, que genera miles de millones de dólares al año, del mismo modo que las universidades tenían el reclamo perfecto para atraer el talento desde el extranjero. Una norma que, sin embargo, resquebraja la apuesta por la cantera del baloncesto europeo y español, pues ya son 20 jugadores españoles los que están compitiendo este curso en las diferentes conferencias de la NCAA, sin contar otros extranjeros que también se formaron en los viveros de la ACB.

La fuga del talento es continua, como explicó Kasparas Jakucionis este verano al dejar el Barça para irse a la Universidad de Illinois en busca del sueño americano, un camino que también se plantea la nueva perla Dame Sarr. Lo mismo hará dentro de unos meses Guillermo del Pino, formado en el Unicaja, camino de Louisville. Idéntica ruta que tomó hace un par de cursos Álvaro Folgueiras, que no escuchó la propuesta del Unicaja para hacer carrera en casa y que hace un par de semanas fue nombrado el mejor jugador de su conferencia en la NCAA; o Aday Mara, que emigró en 2023 del Casademont Zaragoza a UCLA —caso que está todavía pendiente de resolución judicial porque el jugador sí tenía un contrato con el club—. Conrad Martínez e Iker Garmendia dejaron el Joventut, otra de las grandes canteras. Ellos y otros muchos son el ejemplo del baloncesto español, que se desmiga por la base ante la pujanza universitaria americana y sus dólares.

El pasado 28 de febrero, en la última reunión de Clubes de la Basketball Champions League en Mies (Suiza), sede de la FIBA, Antonio López-Nieto, presidente del Unicaja, pidió el turno de palabra para plantear seriamente el problema. A su queja se suman la mayoría de clubes; el tema ya es habitual en los foros oficiales. Especialmente, porque en el baloncesto no existen los derechos de formación —cosa que sí se da en el fútbol, donde todo está controlado por la FIFA— y porque la FIBA no actúa en los traspasos a Estados Unidos (NBA y Universidades). “No puede ser que se nos vayan chavales con 16-17 años sin obtener nada a cambio. Tendríamos que llegar a un punto donde los traspasos nos dieran un mínimo abono garantizado”, conviene Josep Cubells, vicepresidente del Barça.

“Estamos desamparados. Hay un agujero en el ecosistema del baloncesto mundial, uno que absorbe talento y que al resto del mundo nos deja en total indefensión”, conviene José Antonio Artigas, director general del Casademont Zaragoza. Lo mismo opinan Jordi Martín, director deportivo del Joventut —”Es un tema que me tiene muy caliente por la impotencia y frustración, porque la FIBA debería regular y proteger a las factorías de jugadores y de clubes que invierten en cantera”, lamenta— y José Asensio, director general de marca y relaciones institucionales del Estudiantes, que señala el vacío legal después de que hace años se quitaran los derechos de formación para que los menores de 16 años pudieran trasladarse libremente donde la familia quisiera. “Eso no es discutible. Pero el problema se da de los 16 años en adelante, porque a esa edad ya se puede ser profesional”, remarca,

Los baloncestistas ven en Estados Unidos una oportunidad económica y los clubes entienden que deberían tener una recompensa por el tiempo y el dinero invertido en el jugador. Pero es complicado porque no se puede crear un marco normativo entre FIBA y el mercado americano. “Debería darse un acuerdo entre ellos, además de la Euroliga. Pero no solo eso, sino que el CSD también tendría que implicarse y proteger y apostar por la cantera de nuestros clubes”, dice Cubells. Y López-Nieto pone como ejemplo la norma que aplica la NBA G League (liga menor de baloncesto desarrollo promocionada y organizada por la NBA), ya que para fichar a un jugador de esa competición, antes de negociar con el equipo que sea, deben pagar de inicio 50.000 euros a la liga.

Ante este fenómeno del que no pueden protegerse, los clubes ya estudian cómo dar un giro a sus modelos de cantera. Cambiarlo o replantearlo. “El modelo actual tiene el objetivo de formar a jóvenes para que lleguen al primer equipo, pero si aparece un tercero que no respeta las condiciones ni los contratos…”, sugiere Asensio. Coyuntura que afecta al Joventut, que vendió a un jugador joven a otro equipo regido por la FIBA para maquillar las cuentas. “Pero eso no nos saca de pobres y pierdes a un relevo para el primer equipo. Nos planteamos cerrar el modelo de formación del Joventut. No sale a cuenta”, sentencia Martí.

De igual manera se opina en el Barça, donde están preocupados porque Sarr tome el mismo camino dirección a Estados Unidos. “Quizá a partir de ahora apostemos más por la gente de Cataluña, que quiera triunfar en el Barça y que no vea el club como un trampolín”, resume Cubells. No son tan drásticos en el Unicaja, aunque también le dan una vuelta de tuerca. “No vamos a renunciar a la cantera porque es nuestro sello de identidad. Pero quizá en vez de clubes de cantera nos hagamos academias, que los chicos paguen una cuota, para rentabilizar la apuesta”, dice López-Nieto. “En el Casademont Zaragoza nos lo replantearemos. Pero estamos a la expectativa de si se regula”, apostilla Artigas.

Por ahora, la única medida frente al desamparo ante la marcha de estos jugadores que se han ido a hacer las américas es que los clubes madre tienen el derecho a incorporarlos de nuevo al equipo en caso de que quisieran volver a jugar en la ACB. Aunque no así si se va a otra liga o a la NBA. Poca cosa y opción remota que no satisface a los clubes europeos en su batalla contra el baloncesto norteamericano.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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