Banca Gil
Saben hacer bien las cosas, sin dejar rastros. Unos monstruos de la ingeniería político-financiera. Lo de la Asamblea de Madrid es de párvulos. Marbella es como Harvard, con doctorados en especulación y dinero negro. Su cátedra de cómo forrarse en diez lecciones imprime carácter. Se buscan cerca de setenta mil millones de las antiguas pesetas. El Tribunal de Cuentas ha levantado algunas alfombras y nada; nada de nada. Se han evaporado los millones.
Cuando le preguntan al alcalde resultón, Julián Muñoz, mira para otro lado. O clava sus ojos en Imperioso que, últimamente, no habla y sólo relincha, enseñando sus viejos dientes como si soltara una carcajada. ¿Cómo es posible que no haya pistas del dinero que flotaba de empresa a empresa municipal, algunas de ellas, como la de Jardines, tapadera de operaciones por descubrir? Marbella huele mal, a podrido, a cloaca. No de ahora, sino desde el mismo momento en que Jesús Gil se hiciera con la alcaldía. Gil se fue rodeando de silentes personajes, con agujeros en los bolsillos, habituados a vivir en la franja roja de los deudores. A la sombra de la Banca Gil se han hecho enormes fortunas y casi siempre por personajes de dudosa conducta.
Atentos a Almería. La guerra no ha hecho más que empezar. Antonio Sanz se tendrá que tragar sus palabras. Primero, será el todopoderoso Enciso, alcalde de El Ejido, quien le haga morder el polvo y, preparando sus garras, otro emblemático prohombre del Partido Popular almeriense, Gabriel Amat, su municipio, Roquetas de Mar, abanderado del desarrollo turístico, no pinta nada. Y ya se sabe que en la derecha almeriense nada se mueve sin el permiso de Enciso, Amat y Megino. Lo de Rafael Hernando es de chirigota. Lo mismo se inventa otro vídeo como hiciera con Felipe González. Y con lo que llueve en el PP de Almería, con los navajazos de Jaén y la guerra de floretes en Málaga y Huelva, Teofila Martínez está a la luna de Valencia. Como dice el profesor Pérez Royo, es ahora cuando el PP empieza a ser un partido en Andalucía, por mucho que le pese a Javier Arenas, al que cada día se le hace menos caso en Andalucía. Y cuando empiecen a elaborar las listas, que se ate los machos.
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