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Columna
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Imposturas

Parece que una de las últimas cosas que el científico David Kelly le dijo a su señora, antes de salir a dar su fatal paseo, fue que este mundo es demasiado horrible para vivir en él. El doctor Kelly tenía motivos para saberlo: acababa de sentir el aliento apestoso del mundo soplando en su nuca, a pesar de haber contribuido a hacerlo como es. En la hora del sálvese quien pueda, siempre ocurre igual. Y es absurdo enterarse del horror tan tarde, cuando se es tan mayor y tan científico.

El muerto al hoyo y el vivales al bollo. Las informaciones de ayer aportaron, entre otras muchas, dos imágenes de la impostura que ponían el vello de punta. No eran, en sí mismas, gran cosa: simples instantáneas. En una aparecía el primer ministro británico, batiendo palmas bastante tontamente mientras su animosa mujer interpretaba una canción de los Beatles. La otra foto mostraba a la sargento Lynch, de regreso a su pueblo natal, recibiendo en coche descubierto el homenaje de sus vecinos.

Dada la información con que contamos y la capacidad de análisis que se supone podemos exigirnos, la contemplación de ambas farsas debería sublevar nuestra conciencia. Blair y su esposa cantaban y aplaudían sobre la muerte de otros: y no me estoy refiriendo a Kelly, aunque también le incluyo.

En cuanto a la sargento Lynch, ahí me da pena. La reina por un día regresa a Palestine (en los Apalaches: máxima pobreza blanca, carne de cañón fácil de reclutar para el Ejército imperial) convertida en heroína. Pero ella sabe. Ella sabe lo que ocurrió. ¿Podrá más su necesidad de sobrevivir, de ser alguien, de levantar cabeza en semejante sitio, a cualquier precio, que su deseo, que también le supongo, de decir la verdad? ¿Alguna vez volverá la sargento a ser sólo pobre y honrada? ¿O la sorprenderá, de noche, con el remordimiento, la sombra de la verdadera heroína norteamericana, aquella Rachel Corrie que murió en la Palestina real, embestida por un tanque cuando trataba de proteger una vivienda condenada a demolición por otro Ejército ocupante, el israelí?

Cada día se ponen en venta unas cuantas burras manchadas de sangre. ¿Compras, no compras? El relincho más cercano es el más peligroso, el más ensordecedor.

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