_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hacia la normalidad

La norma que rige la vida de un partido político es el enfrentamiento entre distintos dirigentes, con sus cohortes respectivas, por hacerse con el control de la organización. Ocurre a escala estatal, autonómica y municipal. Es una ley de cumplimiento inexorable.

Un partido es, constitutivamente, la organización internamente más conflictiva de todas las que existen en la sociedad. No puede dejar de serlo. El partido únicamente tiene sentido como instrumento para la conquista del poder en todas sus manifestaciones territoriales. Su razón de ser es convertir en acción del Gobierno estatal, autonómico o municipal, la propuesta programática con la que se ha presentado ante los electores. Por eso y para eso los votamos los ciudadanos.

Almería y Jaén no son más que la avanzadilla de la normalización del PP como partido de la democracia

Ahora bien, para conseguir convertirse en partido gobernante, es necesaria una preparación interna muy intensa. La competición intrapartidaria es la preparación indispensable para la competición interpartidaria. Cualquier aficionado al fútbol o a cualquier otro deporte de equipo sabe que sin un entrenamiento apropiado ningún equipo puede pretender competir en la liga correspondiente de manera satisfactoria. Exactamente lo mismo les ocurre a los partidos políticos en la competición político-electoral. Para competir con garantías con los demás partidos, cada uno de ellos tiene que haberse preparado previamente en el interior de su organización. Y eso únicamente puede conseguirse reproduciendo en la competición interna de la manera más fielmente posible las circunstancias en las que se va a tener que competir en el exterior.

De ahí que el enfrentamiento interno sea una exigencia constitutiva para el partido político, para todos los partidos políticos sin excepción. La conflictividad interna no es una patología, sino todo lo contrario. Es una señal de vitalidad. Un partido sano es, tiene que ser, un partido en el que exista un enfrentamiento intenso por el control de la organización.

Es obvio que la competición interna tiene sus riesgos. Puede quedar fuera de control y conducir al debilitamiento extremo e incluso a la desaparición del partido. Es lo que ocurrió en España con el partido que lideró la transición democrática: UCD. Pasó del Gobierno en las elecciones de 1977 y 1979 a su presencia casi testimonial en las elecciones de 1982 y a su desaparición al año siguiente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Desde entonces, en la opinión pública española se ha asentado la opinión de que la competición interna en el partido político es algo muy negativo, que es penalizado con mucha dureza por los electores. Pero no creo que dicha opinión deba compartirse. UCD no desapareció por sus enfrentamientos internos. UCD desapareció porque una vez que había encauzado la respuesta al primer problema constituyente con que tenía que enfrentarse la sociedad española, cómo pasar de una dictadura a una democracia, fue incapaz de encauzar la respuesta al segundo, cómo pasar de un Estado unitario a otro políticamente descentralizado. Esta es la razón de la descomposición de UCD. Por eso UCD se rompe a raíz de la celebración del referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica en Andalucía el 28-F. Es su falta de respuesta para el problema de la estructura del Estado lo que va a conducir a que los enfrentamientos internos se conviertan en divisiones inconciliables, que acabaron con la disolución del partido.

Esas circunstancias son irrepetibles. El PP no se encuentra ante los problemas con que se encontró UCD y es, por lo tanto, no imposible, pero sí casi imposible que los enfrentamientos internos que se están conociendo estos días en el interior del PP, especialmente en Andalucía, puedan ser analizados desde esta perspectiva.

Al contrario. Pienso que son una señal de normalidad o, mejor dicho, de normalización. El PP es un partido muy joven, que viene de un partido extraordinariamente minoritario, la AP de Manuel Fraga, que, para conseguir abrirse camino en el sistema político español, ha necesitado de una disciplina férrea en su fase inicial de implantación. De ahí que su organización interna haya sido extraordinariamente autoritaria en esta primera fase. Y lo siga siendo en este momento. La designación de José María Aznar por Manuel Fraga como presidente del PP y la designación por José María Aznar de su próximo sucesor como candidato a la presidencia del Gobierno son una buena prueba de ello.

Pero esto debe ser considerado como algo excepcional. Con casi total seguridad el sucesor de José María Aznar no podrá designar a su sucesor de la forma en que lo va a hacer éste. El PP va a ser un partido razonablemente conflictivo internamente, en el que las luchas internas por el control de la organización tendrán la intensidad que en cada momento se requiera.

Eso es lo que está empezando a verse ya en diversas provincias españolas, entre las que destacan Almería y Jaén. El PP va a entrar en una nueva fase con la renuncia de José María Aznar y lo normal será que en el PP ocurra lo que ocurre en todos los partidos. De una manera específica, porque no es la misma la cultura política de la derecha que la de la izquierda o que la cultura de los partidos nacionalistas, pero ocurrirá.

Almería y Jaén no son más que la avanzadilla de la normalización del PP como partido de la democracia española. Antes estuvo la crisis de Córdoba que se zanjó manu militari. No parece probable ni deseable que dicho tipo de respuesta a un enfrentamiento interno pueda volver a producirse. Los aprendizajes iniciales son siempre difíciles, pero son indispensables para pasar a la adolescencia y a la edad adulta. En ello está el PP en estos momentos en cuanto a organización.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_